domingo, 21 de septiembre de 2014

ANDALUCÍA EN LAS ESPAÑAS, SEGÚN D. FRANCISCO ELÍAS DE TEJADA




ANDALUCÍA EN "LAS ESPAÑAS", IV
 
Por Francisco Elías de Tejada y Spínola.
De su obra "Las Españas" (Ed. Ambos Mundos. Madrid, 1948).

 
 
«SUB SPECIE FOEMINITATIS»

Consecuencia directa de su religión auténtica es la dimensión fundamentalísima que en la mente del andaluz adquiere lo femenino. Para el sevillano o el cordobés, la mujer, la «buena hembra», es lo más interesante de la vida. Ni las guerras ni las victorias, ni forjar imperios ni construir elevados sistemas filosóficos, ni ganar secretos al infinito ni descubrir conexiones renovadoras de una ciencia, puede, ni de lejos compararse con la posesión de una mujer hermosa. El andaluz vive siempre sub specie foeminitatis.  

Lo cual hace de la mujer andaluza, nacida para el amor y al amor orientada, la más sensual y deliciosa de las hijas de Eva, flores vivas de lascivia y de dulzura al mismo tiempo. Basta pasar Despeñaperros para convencerse de lo que digo o es suficiente sopesar la importancia mayoritaria de las canciones andaluzas en el elenco erótico-folklórico que emiten las «radios» o piden los públicos de todas las capillas de Venus de la Península.  

Sin que en ello haya novedad, porque esto de la primacía de lo amoroso como motivo acuciador del andaluz, junto con la esplendidez de carne y de gracia de las andaluzas, fué ya lugar común, hace muchos años, en la Roma de los Césares, La lascivia de las bailarinas béticas o de las «niñas gaditanas» como hoy traduciríamos con una precisión superior a la literal, la enumeró Marcial en unos términos que resisten a la traducción castellana: 

Nec de Gadibus improbis puellae
vibrabunt sine fine prurientes
lascivos docili tremore lumbos (V, 78, 27).

Edere lascivos ad Baetica crusmata gestus
et Gaditanis Iudere docta modis,
tondere quae tremulum Peliam Hecuboeque  maritum

passet ad Hectoreos sollicitare rogos (VI, 71, 3),

Puella gaditana: tam tremula crissat, tam blandum prurit, ut ipsum masturbatorem fecerit Hippolitum (XIV, 203).


El motivo de tan especial dedicación del andaluz a la mujer, dedicación que a su vez ha dado pie a la creación del tipo más femenino de cuantos conozco , está en el hecho de que la mujer encarne lo más granado de la naturaleza. Del culto a la tierra y a las fuerzas naturales de las criaturas se pasó sin transición apenas a la más atrayente de todas ellas. Del amor a los prados no hay mucho que andar para arribar al amor de la mujer con quien es dado recrearse en ellos. Gran sacerdotisa de la vida, la criatura principal de la naturaleza tuvo que ofrecer al andaluz, ya desde los tiempos remotos, un no sé qué de especial, secreto y codiciado: el secreto mismo del curso de la vida plasmado en una carne afín y sugeridora.

Por eso el amor en el andaluz es la que pudiéramos denominar su pasión nacional, su gran afán histórico. «Si no gané imperios, sí conquisté mujeres», pudiera ser el lema honroso de cualquier hidalgo de la Bética. Falto del sentido de lo aglutinante indispensable para realizar empresas colectivas de trascendencia multisecular, en las que, además, desconfía por su ineficacia para resistir al curso destructor de las existencias, gasta sus bríos en hazañas individuales de hombre a mujer, de uno a una. De aquí que no quepa concebir una diversión en Andalucía estando ausente la mujer.


El secreto del primado de lo erótico en la vida del andaluz consiste en que amar a la mujer es la forma mejor de practicar los ritos de su religión orgiástica y pagana.

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