viernes, 2 de septiembre de 2016

ENTRE TANGOS Y ZAMBRAS


Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor
Curioso resulta que la palabra "tango" aparezca ya en el siglo XVII ligada a ambientes de negros, tanto en Triana como en Cuba. Creo que fue Ortiz Nuevo quien documentó que los tangos entran en el repertorio (pre)flamenco como "Tango Americano" o "Tango de los Negros". Y digo "curioso" porque a día de hoy hay quien pretende a los tangos como uno de los cantes flamencos más "puros/gitanistas", cuando hasta hace no mucho, habrían sido considerados "cantes menores", al igual que la malagueña así era considerada por algunos a principios del XX; y sin embargo a día de hoy, la malagueña suena de lo más jondo...
Otra curiosidad con esto del "purismo" que en verdad va acabar de matar al flamenco: En Granada se venden los tangos y las zambras como una suerte de "reliquia árabe"... Ya hemos hablado de los tangos; pero con respecto a las zambras, "zambra" era el vocablo con el que se designaba a una fiesta morisca (que no árabe); es decir, que dentro de la zambra se interpretarían distintos tipos musicales que desconocemos como tantos otros que se quedaron en el camino. La zambra que hoy se vende por el Sacromonte no es sino una digna hija del Cante o Género Andaluz de los siglos XVIII y XIX, y de una de sus consecuencias, la copla (el flamenco es la otra); estilo musical que probablemente se pueda estudiar mejor en La Habana que en Andalucía, pues hay una gran documentación en Cuba que está por explorar; y fue en los teatros antillanos donde esta música hizo furor, cruzándose con otras músicas españolas como el zortzico vasco. No es casualidad que Pepe Marchena, a principios del siglo XX, creara la colombiana flamenca a través de mezclar el corrido mexicano y el zortzico vasco, por ejemplo.
Y bueno, el tema es que me encantan los tangos y las zambras. Y me encanta toda la riqueza y la complejidad del flamenco. Qué pena que entre tirios y troyanos se lo estén cargando, a gusto de consumiciones ideológicas...



jueves, 1 de septiembre de 2016

DEL PARCHÍS Y LOS MANDALAS



NOTA A LA PROSAPIA SAPIENCIAL DEL PARCHÍS

Manuel Fernández Espinosa


Los juegos digitales han arrasado con los juegos tradicionales: pensemos en esa versión virtual de la caza del gamusino* que hoy es la caza de pokemones. Los juegos de mesa parecen ya formar parte de un pasado que apenas alguien recuerda. Entre los juegos de mesa figura el de la Oca o el Parchís. Sobre las connotaciones iniciáticas del Juego de la Oca, así como sobre sus orígenes que todavía son un enigma, se ha especulado mucho. Menos se ha tratado del Parchís.

Nuestro Parchís es la forma más generalizada en nuestro ámbito cultural, pero el Parchís está emparentado con otros juegos más y menos exóticos, como son el "Pachisi" que se juega en Pakistán e India (que, a su vez, parece descender del "Chaupar" al que jugaba el emperador Akbar I) y, más próximo en el ámbito europeo, aunque no tan popular en España: el "Parqués".

No voy a entretenerme en recordar ni glosar las reglas, tampoco voy a comparar estos antecedentes y parientes del Parchís. Lo que llamaré la atención es sobre lo que salta a la vista que es el tablero, tratando de aportar una interpretación simbólica que nos permitirá comprender la dimensión educativa (más allá de la lúdica) que tienen estos ancestrales juegos de mesa, hasta hace poco a simple vista triviales y domésticos.

El tablero del Parchís es un diagrama o lo que es lo mismo: una representación gráfica de las variaciones de un fenómeno, o de las relaciones que tienen los elementos o las partes de un conjunto. Cierto es que el Parchís resulta más geométrico y abstracto que el tablero de la Oca donde las casillas -independientemente de su estampación a gusto de la moda- representan símbolos mucho más intuitivos como son el "El Puente", "La Cárcel"... O la "Muerte" y, como meta, "El Jardín de la Oca" que vendría a representar el triunfo del jugador -homo viator- que alcanza ese trasunto del Paraíso.

Aunque existen tableros de Parchís para seis u ocho jugadores, el más común en España es el que hace competir a cuatro. Ciñéndonos al cuaternario parece obvio para alguien afinado en el simbolismo que estamos ante una representación simbólica del cuaternario, siendo el más universal el de los cuatro elementos: Tierra, Aire, Fuego y Agua.

Platón ya apuntaba que si el ternario era el número de la Idea, el cuaternario lo era de la realización de la Idea, lo que nos remite a organización material del mundo en sus cuatro direcciones: Norte, Sur, Este y Oeste; o su composición elemental (Tierra, Aire, Fuego y Agua), así como también en su cuatro estaciones: Primavera, Verano, Otoño e Invierno... Podríamos apuntar más cuaternarios.

Es mérito del filósofo español Ignacio Gómez de Liaño haber reconstruido genealógica y arqueológico-filosóficamente, en más de diez años de trabajo, la ruta y metamorfosis de los llamados "diagramas de conocimiento", empleados en los primeros siglos de nuestra era por gnósticos, maniqueos y otras sectas filosóficas o religiosas. Hallando su cuna en el arte de la memoria de los griegos (como Metrodoro de Escepsis que floreció en los siglos II-I a. C.) y, siguiendo los pasos de Alejandro Magno, Ignacio Gómez de Liaño nos lleva hasta Asia donde estos diagramas se transformarán en los conocidos "mandalas" que hoy están retornando a occidente: en algunos centros docentes se emplean plantillas que los niños colorean o, en su defecto, generan esas plantillas con compás y reglas, para luego colorearlas. 

El mandala tiene entre los occidentales profanos el prestigio de lo exótico, pero -como bien ha mostrado Gómez de Liaño- son los "mandalas" del budismo tántrico, por ejemplo, los que deben su existencia al arte de la memoria de los griegos -arte plasmada en diagramas más o menos complejos- que, en tiempos remotos, los ejércitos de Alejandro Magno llevaron al extremo oriente. Como en las sectas gnósticas que luego se sirvieron de estos diagramas, las religiones del Lejano Oriente también emplearon estos recursos como bien sabemos. 

A Occidente regresan, ya lo decimos, bajo la forma de juegos de mesa o bien como una especie de manualidades para esparcimiento de los niños, pero bueno será saber que constituyen un antiquísimo recurso para la contemplación de los misterios de la existencia y la memoria.    

NOTA:

Gamusino: es un animal fantástico con el que todavía, en ciertas partes de España y Portugal, se embroma a los jóvenes que se inician en la caza que es símbolo perenne de la vida.