jueves, 25 de febrero de 2016

LOS LAUBURUS EN EL REINO DE JAÉN

Lauburu de Huelma (Foto: Luis Gómez López)
 

LAS ESVÁSTICAS CURVAS EN JAÉN:
UNA APROXIMACIÓN
Por Manuel Fernández Espinosa
Vaya por delante la expresión de mi gratitud a los amigos comprovincianos que me han ayudado a documentar gráficamente este artículo: D. Rafael Galiano Puy, José Manuel Marchal, José Quesada Martínez, Eduardo López Pérez y Luis Gómez López, todos ellos amantes de nuestra Historia, de nuestro Patrimonio y de nuestra Tradición.

 
Uno de los símbolos más universales es la llamada “esvástica”.Los tratadistas la consideran una de las muchas formas de cruz, entre las que podrían enumerarse la latina, la griega, la decussata, la patriarcal, etcétera. Pero el hecho es que la “esvástica” no sólo se ha empleado en el contexto simbólico del cristianismo (a partir del siglo III) sino que pueblos y culturas de Extremo Oriente y hasta de la América precolombina, anteriores al cristianismo, han empleado esta forma que, según René Guénon, es “una de las formas más relevantes de lo que hemos llamado cruz horizontal, es decir, la cruz trazada en el plano que representa un cierto estado de existencia” (1). La esvástica también recibe el nombre de “cruz gamada” o “gammadion” debido a que, siendo cruz de cuatro brazos (tetrakelion), puede formarse uniendo cuatro letras gamma.
La mayor parte de los estudiosos coinciden en que la esvástica es un símbolo solar. Ludwig Müller pensaba que era el símbolo del dios supremo en la Edad del Hierro. Mackenzie la relaciona con el periodo de la agricultura y con los cuatro puntos cardinales. Schneider sostenía que esta figura representa la sucesión de las etapas de la vida y el más arriba mencionado René Guénon se desmarcaba de todas estas interpretaciones, aportadas por historiadores y estudiosos de las religiones, tildándolas de “fantasiosas”, pues entiende que no hay que hacer de la esvástica un signo exclusivamente solar. Para Guénon la esvástica hay que relacionarla con el movimiento, pero “no se trata de un movimiento cualquiera, sino de un movimiento de rotación que se realiza alrededor de un centro o de un eje inmutable; el elemento esencial al cual se refiere directamente el símbolo en cuestión, repetimos, es el punto fijo” (2). Por eso Guénon ve en la esvástica el “signo del Polo”.
En el cristianismo aparece tempranamente. En el primitivo arte funerario cristiano las cruces no proliferan. Comentando la iconografía y la simbología de las catacumbas un especialista como Monseñor Eduardo Junyent nos revela que “No abunda en el primitivo arte sepulcral la expresión del símbolo de la cruz como señal de Cristo, aunque se ofrecen algunos casos raros en los que se identifica este símbolo en la figura del tridente, en la llamada cruz esvástica…” (3).
Con anterioridad a la cristianización de la Península Ibérica, la esvástica sí parece ser símbolo extendido entre los celtíberos; notable es el caso de las representaciones de la esvástica en la cerámica numantina: “En la cerámica de Numancia aparece el disco radiado, al igual que esvásticas o cruces” –refiere J. M. Blázquez (4).
En Vasconia también encontramos la esvástica en las estelas funerarias de época romana, aunque tampoco faltan otras representaciones que se asimilan a la esvástica de cuatro brazos, como son la rueda de radios curvos. La esvástica vasca que todavía pervive es un tetrakelion de brazos curvos y recibe el nombre eusquérico de “lauburu” (cuatro cabezas). El símbolo del “lauburu”pervive todavía entre los vascos que han sabido conservar sus tradiciones mejor que otros pueblos ibéricos actuales. El “lauburu” no estaba confinado a las provincias vascongadas y Navarra, sino que desde tiempos inmemoriales se difundió por toda la península ibérica, pudiéndose hallar “lauburus” en los hórreos asturianos y gallegos, también por Aragón en donde es llamado “quatrofuellas” y, cuando tienen más de cuatro brazos, se les llama “religadas”.

 
Aunque su simbolismo es tan remoto y se vincula con el simbolismo del centro inmóvil alrededor del cual gira todo, la esvástica curvilínea ibérica adquiriría el valor simbólico de Cristo como centro del universo. Es por eso por lo que la podemos encontrar plasmada en templos cristianos de factura románica y gótica; no sólo ocurrió en Hispania, la “Cruz del Verbo”,formada por cuatro “gammas” (cada una de las cuales representa a uno de los cuatro evangelistas) es la versión geométrica del tetramorfos, donde Cristo ocupa el centro y los cuatro evangelistas cada uno de los cuatro brazos. Sin embargo, con el tiempo, el símbolo del “lauburu” va desapareciendo del contexto arquitectónico religioso y “en muchos casos es un simple motivo de decoración”, según nos dice el Padre José Miguel de Barandiarán (5), aunque el mismo antropólogo vasco no dejará de recordar su carácter sagrado. La misma suerte correría la esvástica en otras latitudes, como ocurre en Lituania y Curlandia, en donde los campesinos dibujaban este símbolo en sus casas a manera de talismán protector.

Lauburus en las puertas de una alacena, casa de Jaén del siglo XIX. Foto: Eduardo López Pérez
 
LAUBURUS EN EL REINO DE JAÉN
Después de esta introducción general, nos concentramos en la profusión de “lauburus” en la actual provincia de Jaén. En la mitad norte de la península, la presencia de esvásticas curvas es muy antigua (Numancia) y se halla en tierras asturianas, gallegas, castellanas y aragonesas. En Vascongadas no solo se conservan monumentos arqueológicos, sino que goza de total vigencia en la actualidad siendo uno de los símbolos identificativos de la cultura eusquérica. En cambio, un hecho menos conocido es la presencia de “lauburus” en Andalucía y, para ser más precisos, en la provincia de Jaén.
En una superficial investigación hemos podido hallar varios ejemplares de “lauburus” dispersos por la provincia jiennense y de diversa antigüedad y función. Vamos a comentarlos aunque sea someramente:
LAUBURU EN HUELMA
Ubicada en el este de la provincia, a unos 50 kilómetros de la capital, Huelma es un municipio de considerable antigüedad, reconquistado por Don Íñigo López de Mendoza, el célebre Marqués de Santillana, famoso en la literatura por sus “serranillas” y por su vinculación con la escuela alegórica de Dante. La concepción de la primera fase de la construcción de la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción de Huelma parece que se debe a Diego de Siloé, interviniendo en su edificación Francisco del Castillo el Viejo y Domingo de Tolosa; más tarde, en 1559 se haría cargo de las obras Andrés de Vandelvira y, tras la muerte del maestro Vandelvira, retomaría las obras de la misma Francisco del Castillo el Mozo, hijo de Castillo el Viejo. El “lauburu” que encontramos en Huelma puede verse en la clave del dintel de una casa antigua todavía en pie, en lo que se llama hoy la Avenida de Andalucía, pero el emplazamiento corresponde, según Ángel del Moral, a lo que se llamaba en el callejero la Calle Maestre Domingo. Todo hace suponer que el Maestro Domingo que daba nombre a la calle en que se alza esta casa era el Maestro Domingo de Tolosa, pudiendo tratarse de la misma casa del maestro cantero. No sería de extrañar que este cantero que, como hemos dicho más arriba, trabajó con Francisco del Castillo en la erección de la parroquia huelmeña, decorara el dintel de su puerta con un “lauburu”, dado que el Maestro Domingo de Tolosa era guipuzcoano.



LAUBURU EN VALDEPEÑAS DE JAÉN

Lauburu en iglesia de Valdepeñas de Jaén, foto de José Manuel Marchal
 
Otro “lauburu” podemos contemplar en la bóveda de la tercera nave de la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol de Valdepeñas de Jaén. Valdepeñas de Jaén fue fundada en 1539 siendo poblada en un primer momento por un contingente de colonos procedentes del servicio palaciego de Carlos I de España y V de Alemania, también vendrían a poblarla vecinos de otras localidades del Reino de Jaén: de Jaén capital, de Torredelcampo, de Jamilena, etcétera y no serían pocos los vascos que se asentaran en ella a juzgar por los apellidos de aquella época de fundación. Las bóvedas, nos informa José Manuel Marchal, se terminaron a mediados del siglo XVII y la bóveda en la que podemos contemplar el “lauburu” tuvo que acabarse de hacer el año 1650, siendo prior Cristóbal Ruiz de Villaviciosa.






LAUBURUS EN EL MONASTERIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA ESPERANZA DE BARRANCO CAZALLA

Lauburu en el Monasterio de Ntra. Sra. de la Esperanza (Barranco-Cazalla, Jaén).
Foto de Rafael Galiano Puy

 
Sabemos por las investigaciones de D. Rafael Galiano Puy que este lugar de Cazalla era un castillo que fue reconquistado por Fernando III el Santo el año 1244, con Pegalajar y Mata Begig. El castillo de Cazalla (también Caztalla) pasaría a manos del Obispo de Jaén, por concesión de Alfonso X el Sabio. En el siglo XVI aquel paraje se había convertido en una cortijada, siendo propiedad de Don Rodrigo Ponce de León, vecino de Jaén. En un barranco llamado Almonester, próximo a Cazalla, se erigiría un monasterio que, ocupándolo los agustinos, sería conocido como Monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza; era el primero de los monasterios agustinos en el Reino de Jaén. Documentalmente, la primera referencia de este monasterio se hace en el año 1541 y a partir del año 1578 el monasterio fue abandonado por los agustinos y ocupado por los padres basilios. La familia del cantero Francisco del Castillo estaría muy ligada a este cenobio y, con mucha probabilidad, el elemento arquitectónico en que aparecen esculpidos dos “lauburus” fuese obra de los canteros de Francisco del Castillo el Viejo. Los “lauburus” aparecen en la portada del convento.

 
LAUBURU EN EL PALACIO DEL CONDESTABLE IRANZO
(CIUDAD DE JAÉN)


Lauburu en el Palacio del Condestable Iranzo (ciudad de Jaén): foto Rafael Galiano Puy

 
El Condestable Miguel Lucas de Iranzo fue uno de los personajes más singulares de la Baja Edad Media de Jaén. En 1462 adquirió un lugar donde erigiría su residencia, llamada desde entonces Casa Palacio del Condestable Iranzo. La suntuosa residencia palaciega de tan importante personaje ocupada una amplia superficie. Pero desde el año 1462 a la actualidad este edificio ha sufrido muchísimos avatares, dividiéndose, empleándose para funciones muy distintas (Casino, Cine, etcétera…) y, pese a tantas vicisitudes, ha mantenido muchos elementos de diversas épocas. Uno de los elementos que parece de los más antiguos es el hermoso “lauburu” que puede contemplarse en uno de los arcos de las galerías que dan al patio y que parecen que son elementos antiguos del edificio tan modificado a lo largo de tantos siglos.

Mismo "lauburu" en el Palacio Iranzo (hoy Casino de Jaén). Foto: José Quesada Martínez
 


LAUBURUS EN LA BÓVEDA DE LA BASÍLICA DE SAN ILDEFONSO (CIUDAD DE JAÉN)
Declarada Basílica-Santuario el 9 de junio de 2010 por S. S. Benedicto XVI, la iglesia de San Ildefonso de Jaén es una de las de más solera de la ciudad. Su fundación se fecha en 1248. En 1430 este templo y su collación fue escenario del milagroso Descenso de la Virgen de la Capilla, patrona de Jaén, y en su sagrado suelo reposan los restos del gran arquitecto Andrés de Vandelvira. En los arcos góticos de la bóveda de San Ildefonso podemos encontrar varios “lauburus” esquemáticos.
 
CONCLUSIÓN

Los “lauburus” localizados en diversos puntos de la geografía del Santo Reino de Jaén que hemos comentado no son de tanta antigüedad como los que pueden hallarse en otras partes de la Península Ibérica. Pero son, sin lugar a dudas, vestigios de un pasado que incorporó el sagrado símbolo al acervo jiennense, símbolo que puede hallarse en culturas tan remotas en el tiempo y en el espacio como son la India, los pueblos americanos precolombinos, los germanos, los celtas y los vascones.
2. Los “lauburus” jaeneros pertenecen, por su fecha, a una vertiente simbólica indudablemente cristiana, con ellos se trata de representar figurativamente el Centro del Universo: Cristo Rey, en el punto central del que arrancan los cuatro brazos curvilíneos que habría que interpretarlos como símbolo de los cuatro evangelistas.
3. Su funcionalidad pertenece al lenguaje simbólico de edificios sagrados: el Monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza en Cazalla, la iglesia de Santiago Apóstol de Valdepeñas de Jaén y la Basílica-Santuario de San Ildefonso, pero también se muestra como elemento decorativo de la arquitectura civil: Casa Palacio del Condestable Iranzo o Casa de Huelma.
4. El superficial rastreo de los edificios en donde hallamos estos “lauburus” nos lleva a pensar que si hay unas personas históricas relacionadas con estos edificios son Francisco del Castillo el Viejo, Francisco del Castillo el Mozo y Domingo de Tolosa, el vasco que trabajó con los Castillo. Pensamos que, debido a su oriundez vascongada, Domingo de Tolosa es la clave a investigar para poder precisar el origen de estos “lauburus” en Jaén. Y nos inclinamos a pensar que fue este cantero guipuzcoano el que, lejos de su tierra vascona, labró los “lauburus” que hoy podemos contemplar y de los que, como jaeneros, podemos sentirnos muy orgullosos. Hemos ofrecido una aproximación, pero creemos que es muy probable que, a partir de este artículo, sean muchos más los lauburus que sean redescubiertos en otros puntos de la provincia de Jaén. Nos daríamos por satisfechos si así fuese.

Lauburu en una de los capiteles del claustro de la Colegiata de Castellar de Santisteban (Jaén):
Foto José Manuel Marchal
 
BIBLIOGRAFÍA:
1. “El simbolismo de la cruz”, René Guénon, Ediciones Obelisco, Barcelona, 1987.
2. “El rey del mundo”, René Guénon, Luis Cárcamo, Editor, Madrid, 1987.
3. “Los cementerios cristianos de Roma”, Eduardo Junyent, en “La Tumba de San Pedro y las Catacumbas Romanas”, de Engelberto Kirschabum S. J., Eduardo Junyent, Pbro y José Vives, Pbro. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1954.
4. “Primitivas religiones ibéricas. Religiones Prerromanas”(tomo II), J. M. Blázquez, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1983.
5. “Mitología vasca”, José Miguel de Barandiarán, Editorial Txertoa, San Sebastián, 2001.
6. "Del monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza, en el Barranco de Cazalla, al Convento de Santa Isabel de Huelma, ambos de la Orden de San Agustín", Rafael Galiano Puy, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, Nº. 176, Jaén, año 2000, págs. 337-392.
7. "Diccionario de Símbolos", Juan Eduardo Cirlot, Labor, Barcelona, 1969.