martes, 11 de agosto de 2015

LAS ALBADAS

Juliana Ocaña García (q.e.p.d.)
Dedicado a su memoria.


HERENCIA DE LOS HIMNARIOS PALEOCRISTIANOS DE HISPANIA


Manuel Fernández Espinosa 


Allá por los años 90 pude recoger por escrito esta albada, cantada por Juliana Ocaña García (Torredonjimeno, Jaén), que dice así: 


Bendita la luz del día
y el Señor que nos la envía,
bendito su gran poder

que nos ha dejado amanecer.

Despertad, cristianos,
a la luz de la verdad
que llama Cristo a tu puerta
que "sus" viene a visitar
Viene la Virgen María,
viene San Pedro y San Juan,
vienen todas las alegrías
de la Corte Celestial.


Lleva San Pedro en su diestra
una llave triangular
que abre del Cielo las Puertas
a toda la cristiandad.

Ten tu conciencia tranquila
si por ella quieres entrar
mira que es corta la vida
y larga la eternidad.

En la presencia de Dios
no sirve el orgullo,
ni el título, ni el caudal,
lo que sirve es la honradez,
la virtud y la caridad.

Armáte de estas tres prendas
que Cristo dejó al morir
nunca te desprendas dellas
si al cielo quieres subir.


La pieza tiene un carácter doctrinal y moralizante bastante fuerte, por lo que sería más que probable que el anónimo autor de la composición fuese un clérigo, tal vez del siglo XIX.
 

No obstante, esta copla tiene todas las hechuras de ser una "albada". La albada es definida por el Diccionario de la RAE como sinónimo de "alborada" que tiene dos acepciones: "Composición poética o musical" y como "música al amanecer y al aire libre" (ésta acepción se localiza más en Huesca). La "albada" (o "alborada") se cantaba, como su nombre indica, al rayar el alba, al romper el alba al amanecer. Algunos han restringido el término de "albada" para referirse a los antiguos cánticos que se hacían en honor de los recién casados con reminiscencias del "epitalamio" que se interpretaba con motivo de las nupcias en la cultura griega y romana, género que cuenta con una dilatada tradición y que cuenta con expresiones en la obra de Lope de Vega o Francisco de Aldana.
 
 
Pero nosotros queremos reparar en las "albadas" como cántico al romper el Alba. Y para comprenderlas tendríamos que ir al cristianismo primitivo peninsular. Es en nuestro poeta y pugnaz apologeta Aurelio Prudencio (348 d. C. - c. 410) donde hemos de ir a encontrar dos sendos poemas que figuran en su "Cathemerinon": el Hymnus ad galli cantum" (Himno para cuando el gallo canta) y, con más precisión, tal vez halláramos el antecedente de nuestras albadas en el "Hymnus matutinus" (Himno de la mañana).
 
 
Se trata del canto gozoso -oración hecha cántico- del cristiano que saluda a la mañana, disponiendo su alma para la jornada, ofreciendo a Dios los afanes y trabajos que encarará. Por eso habría que interpretar las albadas como otra más de las expresiones cristocéntricas que hunden su raíz en la metáfora solar de Cristo, estudiadas por el Padre Dölger en "La reconducción del Sol" (traducción al español en "Paganos y Cristianos") y, por el sol, relacionar las albadas con la luz, estudiada por el sacerdote alemán en "La luz de Cristo".


En el campo etnológico digamos que se registran "albadas" (o "alboradas") en toda la Península Ibérica, desde Galicia a Andalucía, en tierras de Castilla, siendo las de Soria bastante famosas, en Valencia... Pudiéndose afirmar que se trata de una de las constantes tradicionales y, como hemos dejado apuntado, con un origen remotísimo que se remonta a tiempos de la primitiva evangelización de Hispania, con el nada despreciable documento del himnario de Aurelio Prudencio.

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