Alexandru Busuioceanu |
EL MISTERIO GÉTICO-GODO SEGÚN EL RUMANO-HISPANO BUSUIOCEANU
Manuel Fernández Espinosa
Alejandro Busuioceanu (1896-1961) fue uno de esos muchos rumanos que el triunfo del comunismo en su nación condenó al exilio tras la II Guerra Mundial. Busuioceanu se instaló en España. Había estudiado en Viena y tenía, desde joven, la aspiración de "huir a España y que nos pierdan la pista". Aunque nacido en Rumanía, tuvo un abuelo, Grigore Bossueceanu, que había visitado España en la década de los 60 del siglo XIX, inspirándose en Granada y el Guadalquivir para componer sus poemas. Este abuelo le inculcó a Alexandru un temprano amor por España, a la Giralda y al Albaicín.
Alexandru llegó a Madrid en 1942 en calidad de consejero cultural y profesor de lengua y literatura rumana. Su labor fue magnífica en favorecer unas fluidas relaciones bilaterales en el orden cultural y artístico entre Rumanía y España. Fue Busuioceanu quien organizó y dirigió el Instituto Cultural Rumano en Madrid, inaugurado el 17 de diciembre de 1942, que reuniría a la intelectualidad española (a la cabeza de los nuestros Eugenio d'Ors) y a la rumana (Mircea Eliade entre otros muchos) en Madrid; y cuyo carácter el mismo Busuioceanu sintetizaba con estas palabras: "Un Instituto de Cultura, de esta clase, es decir, consagrado a la enseñanza y organización de relaciones intelectuales y artísticas, es una institución de acercamiento, que se funda en un elemento de simpatía y un deseo sincero, en una necesidad de conocimiento recíproco".
Alexandru llegó a Madrid en 1942 en calidad de consejero cultural y profesor de lengua y literatura rumana. Su labor fue magnífica en favorecer unas fluidas relaciones bilaterales en el orden cultural y artístico entre Rumanía y España. Fue Busuioceanu quien organizó y dirigió el Instituto Cultural Rumano en Madrid, inaugurado el 17 de diciembre de 1942, que reuniría a la intelectualidad española (a la cabeza de los nuestros Eugenio d'Ors) y a la rumana (Mircea Eliade entre otros muchos) en Madrid; y cuyo carácter el mismo Busuioceanu sintetizaba con estas palabras: "Un Instituto de Cultura, de esta clase, es decir, consagrado a la enseñanza y organización de relaciones intelectuales y artísticas, es una institución de acercamiento, que se funda en un elemento de simpatía y un deseo sincero, en una necesidad de conocimiento recíproco".
Pero, además de diplomático, profesor, crítico de arte y poeta, Alexandru Busuioceanu estaba interesado en la figura del mítico Zalmoxis, parece que por influencia de su maestro el arqueólogo y epigrafista Vasile Pârvan (1882-1927). No era Busuioceanu el único rumano interesado en esta enigmática figura de la que ya nos habla Heródoto. Mircea Eliade había fundado una revista en 1938 con la cabecera de "Zalmoxis. Revue des études religieuses" que dirigía en París. La inquietud por el misterio gético no desaparecería en Busuioceanu una vez en Madrid.
Vintila Horia nos revela que Busuioceanu se dedicaba en España a seguir los rastros de Zalmoxis: "Sus muchas lecturas le habían llevado a descubrir los restos de la influencia de los dacios en España, a través de los visigodos, que habían permanecido en nuestro país [Rumanía] durante más de un siglo y medio, antes de invadir el Occidente y venir a establecerse en Iberia. Ellos transportaron así los mitos y las costumbres de los dacios-, el culto de Zalmoxis, la historia de Deceneo, el símbolo del yugo y las flechas que, más tarde, en tiempos de Isabel la Católica, fue integrado por Nebrija en el escudo de España-. Para darse a sí mismos una ascendencia importante, los visigodos pretendían ser descendientes de los getas (godos-getas)".
Estas tradiciones ancestrales habían venido a España de la mano de los visigodos, como indica Horia. Y estos las habían recibido sobre todo del libro "De origine actibusque Getarum" de Jordanes (siglo VI). Busuioceanu, estando en España y allá por el año 1945, se dedicó al estudio de las crónicas medievales hispánicas. Es entonces cuando halla, en San Isidoro de Sevilla, en Rodrigo Jiménez de Rada y en Alfonso X el Sabio, el tema al que se dedicará: el estudio del trasvase de los elementos dacios a Hispania, hasta reconocer el origen dacio y gético en los símbolos heráldicos de los Reyes Católicos: yugo, flechas y nudo gordiano cortado. Esto implicaba, según Busuioceanu, que los dacios no habían desaparecido del todo, sino que los godos habían injertado la semilla dácica en España, reapareciendo como fundadores del estado español. Lo cual guarda una cierta analogía con el mito de Zalmoxis, del que, por medio de Heródoto, sabemos que predicó a los tracios una vida feliz más allá de la muerte y se cuenta que, para demostrárselo a sus seguidores, el mismo Zalmoxis desapareció por tres años, habiéndose ocultado en una cámara subterránea: lo dieron por muerto y lo lloraron y a los tres años después reapareció. La raza dacia-gética-goda habría consumado así, a escala colectiva, un retorno de la muerte a la vida, justamente en España.
"El mito dacio" y "La utopía gética" serían los ensayos dedicados por Busuioceanu a estas cuestiones.
¿Por qué las flechas de los Reyes Católicos pueden tener una remota reminiscencia dácica, tal y como sostenía Busuioceanu?
No hemos podido acceder todavía a estos dos ensayos, pero suponemos que ello se debe a la estrecha relación que tenía la flecha con los antiguos moradores de la actual Rumanía. Para los escitas la flecha desempeña un papel importante tanto en su mitología como en su religión, y también consta la importancia que la flecha tiene en ciertas ceremonias chamánicas de Siberia. El hiperbóreo Abaris, según Heródoto "paseó por toda la tierra su famosa flecha sin tomar alimento alguno". El mismo Heródoto menciona que los tracios lanzaban flechas cuando tronaba y relampagueaba, para responder bravamente a las fuerzas demoníacas que suponían ellos que lanzaban los rayos.
Por conducto godo, bien pudieron pasar aquellas armas míticas a formar parte de nuestra heráldica nacional como símbolos compartidos por rumanos y españoles. Pero las relaciones entre Rumanía y España podrían ser mucho más remotas. Repárese en la coincidencia de algunos topónimos españoles con los Cárpatos. Incluso el etnónimo de los carpetanos muestra la misma raíz que hallamos en topónimos como Carpio (La Coruña), El Carpito (Valladolid), El Carpio (Córdoba), Carpio de Asaba (Salamanca), El Carpio de Tajo (Toledo), Carpio Medianero (Ávila). Carpero (León), Carpesa (Valencia), Carpienzo (Asturias), Carpizos (Lugo), Coll de Carpis (Barcelona), Carpidé (Lérida)... Parece que la raíz que comparten estos casos es la misma que la que ostenta el orónimo de los Cárpatos: la "kar" que significaría piedra, roca, monte, dureza.
Las contribuciones de Alexandru Busuioceanu a los distintos campos culturales en que destacó merecen ser reivindicadas en pro de las mejores relaciones entre Rumanía y España.
Alexandru Busuioceanu falleció en Madrid, dicen que en extrañas circunstancias que no hemos investigado.
BIBLIOGRAFÍA
Anghelescu, Mircea, "Alexandu Busuioceanu en España: poeta y profesor"
Dogaru, Irina, "El destino de Alejandro Busuioceanu, un rumano universal".
Horia, Vintila, "Diario de un campesino del Danubio".
Horia, Vintila, "Diario de un campesino del Danubio".
Ver CARBÓ GARCÍA, Juan Ramón, Apropiaciones de la Antigüedad. De getas, godos, Reyes Católicos, yugos y flechas, Madrid, 2015, ISBN: 978-84-89315-89-1
ResponderEliminarLos carpos (en ciertas traducciones llamados con el anglicismo carpianos) eran una tribu de Dacia que habitaba las faldas orientales de los montes Cárpatos. Su nombre parece estar ligado al lugar en donde vivieron, significando la "roca" o la "montaña".Mientras que la mayoría de las tribus dacias (como los costobocios) o fueron derrotadas por el Imperio romano o absorbidas por los pueblos germánicos, los carpos aumentaron su poder en el transcurso del siglo II, convirtiéndose hasta las invasiones bárbaras en los adversarios más importantes de Roma en la Europa sudoriental.
ResponderEliminar¡Gracias!
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