Historiador y escritor
Escudo de Canarias
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En estos aciagos días, en los que España, como toda sociedad degenerada, se regodea frenéticamente en su autodestrucción, vemos, sin embargo, que tanto centralistas separadores como separatistas antiespañoles coinciden en algo básico: El odio a lo andaluz (1) e ignorar a Canarias. Para el separatista, el andaluz una especie de icono de españolía y una raza inferior que hay que despreciar y abatir; para el centralista, el andaluz no es más que un vago, chistoso y mal hablado que no sabe absolutamente nada. Y el isleño canario no existe ni para uno ni para otro; y en todo caso, cuando se llega a las islas, más de uno pensará que allí hay gente con taparrabos y por eso habrá de tener complejo de superioridad. Y esto no es baladí, pues en verdad, tanto Andalucía como Canarias son puntales máximos de nuestra historia, y sin su decisiva intervención, no se entiende el decurso de las Españas. Y es que tenemos que situarnos: En el siglo XIII, tras la decisiva batalla de Las Navas de Tolosa, donde una coalición de castellanos, navarros y aragoneses derrotó a los poderosos y soberbios almohades, el valle del Guadalquivir se abrió para toda España. Si bien en los siglos precedentes, la población mozárabe (cristianos que vivían bajo dominio islámico) se había ido desplazando hacia el norte, primero repoblando el reino de León, y luego rehaciendo la ciudad de Toledo como uno de los máximos motores peninsulares, ahora se procedía al camino inverso, y gentes de todo el norte y centro del país arribaba a la antigua Bética, a Sevilla (con las actuales Huelva y Cádiz), Córdoba y Jaén, los ya llamados reynos del Andaluzía. La política de repoblación continúa, y la continua interacción entre españoles se acentúa en un proceso de reconocimiento fascinante. Por ejemplo, en la actual provincia de Sevilla, mientras que en Bollullos de la Mitación tuvieron bastante peso repobladores castellanos y gallegos, Coria del Río y Camas fueron repobladas por catalanes. Eso en principio claro, porque luego llegarían gente de muy diversos puntos, incluido Portugal. Así como en Cádiz había cofradía de vascos y en Jaén el peso de la repoblación castellana y vascongada es más que notable, pero tampoco le faltan puntadas aragoneses. Y todavía en Córdoba, amén de la cercanía de La Mancha, se nota la fuerte impronta de los mozárabes, pues no en vano con Toledo y Valencia constituyó uno de los puntos más notables de cristianos atrincherados bajo el yugo mahomético.
Cruz mozárabe de Toledo
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Así las cosas, esta población se mueve a caballo, con campesinos soldados a los que se conceden fueros y cartas pueblas, en cultura de frontera, pues no en vano todavía quedaba el reino nazarí de Granada; y que se renueva entre el campo y el mar, está configurando una patria que se rejuvenece en su tradición, y cuyos reyes y militares no olvidan que parte del norte de África siempre fue hispano y que la Reconquista no se quedará inconclusa hasta que no se controle el Estrecho de Gibraltar y se restablezca el limes en el Atlas, tal y como era desde la época del emperador Otón y tal y como fue confirmado por el emperador Marco Aurelio, continuando así primero durante la época romana y luego con la visigoda. La Reconquista de Granada lleva aparejado este pensamiento, que de hecho, ya en el siglo XIV lo empiezan a hacer efectivo portugueses y aragoneses; los mismos que, por cierto, ya estaban merodeando las Islas Afortunadas (no sin el concurso de otros europeos). En el siglo XV se inicia la conquista por parte de la expedición a Lanzarote de los normandos Bethencourt y De la Salle, particulares al servicio de la Corona de Castilla; la cual iniciaría la conquista desde su base de realengo ya en el último cuarto del siglo. Y no olvidemos una cosa que es capital para entender el futuro de Canarias: La conquista y el poblamiento organizados por los condes de Niebla, esto es, desde la Baja Andalucía, con gentes de las actuales provincias de Huelva y Sevilla. No es que esto fuera exclusivo, pues luego a las Canarias irán arribando distintas oleadas de peninsulares (donde incluimos a los numerosos portugueses) y algunos genoveses, flamencos y normandos, así como también algunos moriscos y negros destinados al trabajo en las plantaciones.
Dentro de las hablas canarias, a los peninsulares les parece muy característica la pronunciación de la “ch”, y yo les digo que vayan a Valverde del Camino (Huelva) y observen como se dice allí “ocho cafés con leche”, por ejemplo; así como las hablas canarias están directamente emparentadas con el habla andaluza occidental, siendo que a alguien de Despeñaperros para arriba, e incluso a no pocos hispanoamericanos, les cuesta trabajo la distinción. Con respecto a los hispanoamericanos, tanto el canario como el andaluz, al llegar al Nuevo Mundo y ser escuchados, tirios y troyanos les preguntarán que si son caribeños o chilenos, pero muy rara vez se harán la primera idea de que son españoles. Y es que en verdad, el idioma que llegó a América no procede de Castilla la Vieja, sino de la Baja Andalucía y constantemente filtrado por Canarias. Por eso, el deje español que hoy se piensa como prototípico en América, sin embargo, no corresponde a las hablas andaluzas y canarias, para muchos, sorprendentemente más próximas a las americanas. Y lo mismo pasará con la música, y a su vez, las músicas de Canarias y Andalucía quedarán profundamente tocadas por la continua interacción con el Nuevo Mundo (2), partiendo gran parte del fandango, aquella música que se inicia en el siglo XV, y luego se alimenta por el barroco y por algunos bailes de negros de Sevilla (donde todavía existe la Hermandad de los Negritos como bello recordatorio), llega a América y vuelve transformada, siendo que ya en el siglo XVIII el Diccionario de Autoridades de 1735 como un “baile introducido por los que han estado en los reinos de Indias”. Influencias de este fandango antiguo (anterior a los actuales fandangos flamencos) existen por toda América, siendo el padre de la zamacueca y la marinera en el Perú; siendo asimismo, el padre de muchos cantes flamencos (no sólo del fandango de Huelva) y, asimismo, extendido en múltiples formas por toda la Península Ibérica. Y si hablamos de flamenco, gracias a La llave de la música flamenca de los hermanos Hurtado Torres y a los blogs de Fernando Jurado Pérez (3), hemos podido saber mucho más acerca de las músicas precedentes que hicieron el Cante o Género Andaluz del XVIII, que conllevará a la copla y al flamenco del XIX. Y parte de esa base preflamenca está viva y coleando en Canarias: La folía, el sorondongo (herencia del zorongo andaluz), las seguidillas o las malagueñas nos retrotraen a ese imaginario musical que eclosionó de barrocas maneras y estuvo vivo en el sur ibérico hasta el siglo XIX y que así evolucionó a formas que ya nos identifican con la actualidad.
Asimismo, ahora que llevo ya tres años lejos de nuestra patria, puedo decir que el andaluz y el canario comparten una afinidad de caracteres la mar de entrañable. Un amigo mío canarión dice que “el andaluz y el canario, cortados por las mismas tijeras”, y no le falta razón. A la no poca afinidad fonética se suele unir un carácter abierto y amigable, adicto a las chanzas y a la música, siendo que, eso sí, el canario es más tranquilo y suele ser mejor hablado, para qué nos vamos a engañar. Pero sin duda, si un andaluz tiene afinidad con alguien dentro de su patria, es con extremeños y canarios.
Con todo, no es sólo andaluza la influencia de Canarias, pues como ya hemos señalado, muy distintos repobladores, continuando el modelo que se había seguido en la Península, fueron conformando el archipiélago. En el interesantísimo folclore de la isla de El Hierro, por ejemplo, es muy visible la herencia gallega y asturiana, la misma que hace posible la presencia de la isa.
La presencia de palos musicales como las polcas piconas o el siote, asimismo, nos conectan con la Vieja Europa.
Pero claro, habrá quien diga que precisamente por la conquista y poblamiento dirigido desde la Península, primero por particulares normandos al servicio de Castilla y luego implementada por los Reyes Católicos y los condes de Niebla, se produjo un brutal genocidio contra los pobladores nativos de las islas. Esta mentira está siendo repetida más de la cuenta y encima con empuje y hasta financiación del estado español, y suele ser esbozada por quienes, acto seguido, sin embargo dicen que los canarios no son españoles porque son guanches/africanos. Es la misma contradicción de la escuela del ensayista hebreo-brasileño Américo Castro: España es diferente en el contexto europeo porque su identidad se debe al semitismo irrefutable que nos dejaron moros y judíos y, sin embargo, hemos sido muy malos e intolerantes por haber expulsado a moros y judíos. Cualquier persona con un mínimo de sentido común convendrá en que esta contradicción resulta infantil por no decir irrisoria. Al final, el odio antiespañol, esto es, el odio a sí mismos de muchos, no supone más que mórbida ridiculez, salvando que es el mismo sistema quienes los aúpa. Otrosí, afortunadamente, tanto por la cultura como por la genética sabemos a ciencia cierta que ni por asomo los aborígenes canarios fueron exterminados. En primer lugar, porque la Corona de Castilla no aplicó nunca una política de exterminio. No vamos a negar que hubo episodios de crueldad, pero esta crueldad no fue exclusivamente de los peninsulares. De todas formas, ¿acaso podemos denunciar como genocidas a los romanos? No, al contrario: Hablamos una lengua, nos desarrollamos en un derecho e incluso en un arte que proviene de esta magnífica civilización. La conquista española en general se hizo bajo los cánones grecolatinos: Alejandro Magno exhortaba a sus militares a que se casaran con mujeres persas y enraizaran el país; Roma, en la Península, se alió con muchas tribus iberas del sur y del poniente mientras que le hizo la guerra a otras. Eso fue lo que hizo la Corona de Castilla en Canarias; Corona de Castilla que por cierto, no encontró ningún estado-nación (¡ni tan siquiera la España de entonces lo era!) étnica y culturamente unificado en el archipiélago. Como guanches eran conocidos los nativos de Tenerife, pero no los de las otras islas, las cuales, reiteramos, no formaban ninguna unidad política.
Además de los nativos, está demostrado que por las Islas Afortunadas también pasaron fenicios, cartagineses y romanos, y quién sabe si también celtas, iberos y vándalos; porque hay testimonios que así nos hacen pensar. Hay no pocas hipótesis sobre los distintos moradores (4) que convergían, conveniendo en que buena parte de esta interesantísima cultura está ligada al tronco bereber, y por eso, algunos separatistas que en su día también fueron terroristas, esgrimen un pretencioso “hecho diferencial africano”, puesto que Canarias tendría más relación con el Magreb, o hasta con el África Negra, que con sus hermanos del resto de las Españas. En primer lugar, la etnicidad del Magreb actual es una mezcla intensa de elementos semíticos y negroides, quedando totalmente relegado el elemento bereber, el cual, si bien mantiene el idioma tamazight, encuentra en el árabe su principal vehículo lingüístico y son de religión islámica; aspectos importantísimos que nunca tuvieron lugar en Canarias. Asimismo, parte de la élite de Marruecos, y también de Argelia y Túnez, también procede de los antiguos moriscos ibéricos (5) o “andalusíes”, que asimismo, en modo alguno son asimilables a la mayor parte de la población magrebí, puesto que incluso los moros de hace siglos los veían muy blancos y con costumbres muy distintas, “poco islámicos”, literalmente. Poco queda de lo bereber antiguo en el Magreb, salvando muy determinados casos del Rif marroquí y la Kabilia argelina. Pero es que incluso si se quisiera esgrimir un “nacionalismo bereber”, es más que evidente la relación de los antiguos bereberes con la cultura ibérica (6); así que ni por ahí habría un “hecho diferencial determinante” para separarse de España per se.
Indígenas de Gran Canaria según Leonardo Torriani (1592)
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No vamos a negar que Canarias está “frente” a las costas africanas, y de hecho, sirvió como base de penetración española sobre territorios que nunca estuvieron bajo soberanía marroquí: En el siglo XV se fundó Santa Cruz de la Mar Pequeña, germen de Sidi Ifni y del Sáhara Español que Marruecos, con la complicidad de Estados Unidos, Juan Carlos y demás traidores que hicieron el régimen de 1978, entregó vilmente a la tiranía alahuita. En todo caso, Canarias ha sido, es y será centinela de España en África, prolongando el papel de las muy nobles y leales Ceuta y Melilla. La presencia ibérica en África es milenaria, por más que la República Francesa y las potencias anglosajonas nos hayan querido expulsar, y algún día tendremos que volver por derecho, tanto españoles como portugueses. Pero la identidad canaria no es “diferencial africana”, algo que incluso el panafricanismo afirmó tajantemente hace muchos años.
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-NOTAS:
(1) Sobre el odio a los andaluces de Castelao y etc., véase:
(2) Sobre este particular, véase:
CONFERENCIA "LA HERENCIA HISPANOAMERICANA EN EL FL...
(3) Sobre La llave de la música flamenca:
Los blogs de Fernando Jurado Pérez:
PREHISTORIA DEL FLAMENCO
PROTOHISTORIA DEL FLAMENCO
(4) Véase: "De modas y guanches". - Revista La razón histórica
(5) Sobre los moriscos:
(6) Sobre la plausible relación entre iberos, vascones, bereberes, guanches y etruscos:
CONTINUARÁ...
excelente
ResponderEliminarPor no hablar de las numerosas y más recientes invasiones, saqueos y matanzas de piratas berberiscos en las islas. Parece que esas matanzas no valen para los separatas. Los españoles (ellos mismos y sus antepasados) eran y son los malos, los bereberes (los verdaderos enemigos de sus antepasados más recientes) eran y son los buenos. Pero la culpa no es de estos mendrugos. Si se creen guanches es porque alguien en la escuela (con el dinero de todos) les ha explicado que son guanches y que los españoles eran los malos.
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