domingo, 28 de junio de 2015

DE LOS SEISES DE VALENCIA

Infantillo del Colegio de Corpus Christi de Valencia







Manuel Fernández Espinosa


San Juan de Ribera, nacido en Sevilla el año 1532, hijo de Pedro Enríquez y Afán de Ribera y Portocarrero, Duque de Alcalá y Marqués de Tarifa, Virrey de Cataluña y Nápoles, destacó como Arzobispo de Valencia. Juan recibió la tonsura clerical el 23 de marzo de 1544 en la iglesia de San Esteban de Sevila y poco después pasó a Salamanca. Felipe II lo propuso ante el Papa Pío VI para ocupar la sede episcopal de Badajoz en 1562 y en 1568 el Romano Pontífice le confiere el título de Patriarca de Antioquía y Arzobispo de de Valencia. El sevillano entró el 21 de marzo de 1569 en Valencia y acometió con celo y energía la reforma del clero y la edificación de las almas. Una de las fundaciones que de San Juan de Ribera han llegado a nosotros es el Real Colegio de Corpus Christi de la capital del Turia, instituido para la adoración del Santísimo Sacramento y la formación del clero.

Es en esta institución centenaria donde se establecería una de las tradiciones en Valencia que duró poco y que parece haberse rescatado: la de los Infantillos (semejante a la tradición de los Seises de Sevilla), de la que ya daba cuenta en "Nuestras ancestrales danzas guerreras". Así nos lo refiere el P. Burguera:

"En un principio verificábase por los claustros del Colegio y durante la octava del Corpus el baile de los infantillos, resultando un acto conmovedor, parecido al de los seises hispalenses. Poco después de la fundación de este Colegio, el carácter extremadamente serio valenciano, conceptuó á este baile como poco reverente á la Majestad del Sacramento, suprimiéndolo, en consecuencia, sin tener en cuenta que todas las cosas practicadas con intención recia y devoción esmerada son del agrado de Dios, y que por lo mismo aquel baile podía darle gloria. He tenido el gusto de ver dos ejemplares del uniforme de los antiguos infantillos que se usaban para el baile de referencia, y que guarda, como reliquia preciosa el Colegio de Corpus Christi de Valencia. No he podido dar con las poesías que, para cantadas, se repetían en la carrera de la procesión del Corpus, minetras era ejecutado el gracioso baile".

Digamos que Fray Amado de Cristo Burguera y Serrano (y no "Bruguera", como hemos leído en alguna parte) había nacido en Sueca (Valencia) el año 1872, en el seno de una familia carlista, había sido fraile en el Convento de Segorbe y llegó a ser censor eclesiástico, falleciendo en 1960 en su Sueca natal, de la que llegó a ser Cronista Oficial. Eruditos valencianos le describen como un "franciscano exclaustrado, rico y proveído de una fantasía clamorosa" que "consumió su vida en ocupaciones admirablemente extrañas". El Padre Burguera había conocido a D. Alexis de Sarachaga Lubanov de Rostov en 1914 en Francia y recibió de Sarachaga el cometido de crear la sección española del Hieron, aunque lo intentó, el proyecto no cuajó, no obstante, a su regreso a Valencia, el P. Burguera fundó, en unos terrenos a las afueras de Sueca el Studium Catholicum (invocando la experiencia pedagógica del P. Manjón). El edificio de este Studium Catholicum se inauguró el año 1931; pero la confrontación del P. Burguera con la II República provocó que las autoridades municipales republicanas clausuraran este centro. Sin embargo, su obra "Enciclopedia de la Eucaristía", donde trata este asunto de los Infantillos de Valencia, entre tantos otros temas, muestra a las claras que perseveró en la misión conferida por Sarachaga para la implantación del Reinado Social de Cristo Rey.

Los orígenes de los Seises sevillanos se remontan a Fernando III el Santo y sus danzas sacramentales hay que relacionarlas con las danzas guerreras más primitivas, ejecutadas ante el Santísimo Sacramento como danzas oferentes. Como apuntaba el P. Burguera, solo unas mentes estrechas podían censurarlas. La tradición se ha perpetuado felizmente en Sevilla como una de las muestras más entrañables de amor y adoración eucarísticos.

jueves, 25 de junio de 2015

EL "RELINCHO" EN LA TRADICIÓN VOLK-LÓRICA DE LOS PUEBLOS DE LA PENÍNSULA IBÉRIC

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EL “RELINCHO” EN LA TRADICIÓN VOLK-LÓRICA DE LOS PUEBLOS DE ESPAÑA

Manuel Fernández Espinosa


En los pueblos indoeuropeos el “caballo” ha desempeñado, desde la más remota antigüedad, un papel predominante que tendrá, en los rituales y relatos míticos, un importante protagonismo. El simbolismo del “équido” es muy complejo, y se han vertido ríos de tinta en su interpretación. Para Mircea Eliade era un “animal ctónico-funerario”, pero Mertens Stienon consideraba que era un antiguo símbolo del movimiento cíclico de la vida manifestada. Diel cree que el caballo simboliza los deseos exaltados, los instintos primarios, “de acuerdo con el simbolismo general de la cabalgadura y del vehículo” –según Juan Eduardo Cirlot. Sugiero que, de entre todas estas interpretaciones, retenga el lector ésta última de Diel para mejor entender lo expuesto más abajo.

Los “Asvins” indios, los griegos Cástor y Pólux, los anglosajones Horsa y Hengist... Serían expresiones de un mismo mito ancestral: el del caballo y el jinete que luego se transforma en el mito de los Gemelos. Según Puhvel, el mito de los gemelos se podría interpretar –en el mito y ritual proto-indoeuropeo- como el acoplamiento de un jinete con un caballo. Se sabe que los celtas continentales adoraban a la diosa Epona bajo figura de yegua blanca, pudiéndose comparar los rituales anejos a este culto de Epona con el “asvamedha” indio. En la Hispania indoeuropea encontramos una serie de animales sagrados entre los que, según la Doctora Guadalupe López Monteagudo, figuran “el ciervo, el caballo, el jabalí y el toro”. Sobre la función apotropaica (protectora) y psicopómpica (conductor del alma del difunto al “más allá”) del caballo tiene espléndidas páginas el erudito Profesor D. José María Blázquez, que no obstante piensa que “La Península Ibérica, por otra parte, nunca fue devota de Epona” a juzgar por los pocos vestigios epigráficos que pueden alegarse a favor de ese culto.

No obstante, a pesar de los reparos que una autoridad como la del Profesor Blázquez hace al culto de Epona en Hispania, hay que señalar que existe una multitud de estelas funerarias ibéricas, celtibéricas o celtas halladas a lo largo y ancho de toda la península. En estos monumentos fúnebres el caballo –con o sin jinete- es figura central. Tampoco habría que olvidar que la numismática prerromana es harto elocuente en este sentido, cuando en el revés de muchas monedas aparece otra vez el caballo como animal totémico, cabalgado o sin caballero. El Profesor Alejandro Recio Veganzones estudió un relieve ibérico hallado en el término de Martos: en dicho relieve nos aparece un caballo acompañado de otros elementos que no nos conciernen ahora. El Profesor Recio supone que este relieve decoraba “alguno de los lados de un monumento funerario”. En el arte antiguo se ha interpretado que el caballo –animal eminentemente funerario- condensa un simbolismo que no sólo se restringe al papel de “protector de tumbas” o “conductor de ultramundo”; también se ha interpretado el símbolo equino como simbolización de un hombre heroico.

Como reliquias etnológicas y folclóricas de estas primitivas creencias que tienen al caballo –tanto en los ámbitos indoeuropeos como ibérico- como animal totémico encontramos dos figuras muy curiosas: la del “Zamalzain” (personaje del carnaval de la vertiente francesa de Vasconia) y la del “Zaldiko”, perteneciente al universo carnavalesco de Lanz (en Navarra), ambos muy estudiados por el eminente antropólogo D. Julio Caro Baroja.

“Zamalzain” es, según el maestro antropólogo al que seguimos, “el personaje más importante [del carnaval de Zuberoa] que a primera vista representa a un hombre montado a caballo, si bien es verdad que el armazón que pretende simular el cuerpo del animal no lo hace con mucha propiedad. La cabeza del caballo, de madera, es muy pequeña. El hombre lleva un gorro complicado con plumas. Notemos ahora que caballero en vascuence es zaldun-a, y el caballo, zaldi-a.”

En Lanz un personaje carnavalesco, a primera vista parecería homólogo de “Zamalzain”, es “Zaldiko”, aunque Caro Baroja se pregunta: “¿Quién puede ser este hombre-caballo?”; y objeta: “Entre la mascarada de Lanz y las de Zuberoa hay una divergencia notable […] El ser mítico y ritual que los etnólogos de otro tiempo idearon con el nombre particular de “espíritu de la vegetación”, espíritu que pierde y recupera la fecundidad anualmente y que ostenta figura de caballo, no puede seguir haciendo el gasto de nuestras interpretaciones”.

Independientemente de estas consideraciones de Caro Baroja sobre el “espíritu de la vegetación” de la etnología clásica, el asunto sobre el que llamamos la atención es la identificación del hombre con el caballo, que puede apreciarse tanto en los personajes del carnaval vasco-navarro y vasco-suletino como en la hermenéutica del arte ibérico y celtibérico que interpreta al caballo funerario como cifra del difunto heroicizado.

Teniendo en cuenta que nuestros antepasados identificaron hombre y caballo, podemos entender que uno de los elementos del folclore hispano fuese el “relincho”, preservado en nuestros días tan sólo entre los vascos, aunque como tendremos ocasión de comprobar, existen vestigios literarios que nos revelan que también el "relincho" estuvo presente en otras zonas de la Península Ibérica.

En los jolgorios vascos, cuando la comunidad está gozando de la fiesta con la música y la danza, los hombres suelen lanzar los típicos “irrintzi” (relinchos). Como todos sabemos, el “irrintzi” es el típico relincho vasco que, en ocasiones de fiesta y regocijo popular, también en combate, profieren los vascones. En la práctica lo encontramos, y también lo hallamos mencionado siquiera de pasada en la literatura. Pío Baroja en “Zalacaín el aventurero” nos pinta a los vascos profiriendo “irrintzi”, también Unamuno aludirá al "irrintzi" -puede ser que, cito de memoria, lo haga en algunas escenas de “Paz en la guerra”.

Menos conocido es que el “relincho” formaba parte también –como expresión de desbordamiento y fiesta- del acervo volk-lórico de otros pueblos de la Península Ibérica; aunque lamentamos que se haya desvanecido en la práctica -y también se haya borrado de la memoria -de esos pueblos que no han sabido conservar las tradiciones de sus ancestros como así lo han hecho los vascos y navarros, dignos de todo nuestro respeto y admiración.

Por haber desaparecido el "relincho" de entre las expresiones festivas de los pueblos ibéricos resulta que sólo podremos hallar su reminiscencia en la literatura. Por ejemplo, en esa fuente inagotable del “Volk-lore” hispánico que es el Teatro Áureo de Lope de Vega. Por citar un ejemplo, valga el de algunas escenas que se nos representan en la muy famosa obra de Lope, “Peribáñez y el Comendador de Ocaña”. En las páginas de esta obra dramática podemos oír a Casilda, la bella esposa de Peribáñez, que dice:

“En mañana de San Juan
 nunca más plazer me hizieron
 la verbena y arrayán,
 ni los relinchos me dieron
 el que tus vozes me dan.”

En una de las acotaciones del dramaturgo podemos leer: “Éntrense todos relinchando”.

Creemos que no sólo en Ocaña, sino en toda la Península Ibérica pudiera ser el “relincho” (“irrintzi” vasco) una expresión festiva a lo largo de los siglos, llegando incluso a la época de los siglos áureos. Pero, incluso su uso se prolonga a tiempos más recientes.

En “El sabor de la tierruca” del gran D. José María de Pereda, podemos leer que también el “relincho” era una sólita práctica entre los jóvenes de las montañas cántabras para expresar alegría. Entre muchas menciones que de esta usanza hace el genial autor, podemos señalar la que nos pinta al término de una “deshoja” habida en la acción literaria que tiene lugar en el pueblo-ficto de Cumbrales:

“¡Y en el corral cantares, y en la calleja relinchos y más cantares!”.

CONCLUYENDO:

El “Diccionario de Autores” define el “relincho” con las siguientes palabras: “se toma por los gritos y voces en regocijo y fiesta”. El “relincho” ibérico consistía en la imitación humana de un animal sacralizado entre las tribus autóctonas: el caballo. Dicha emulación cuasi onomatopéyica podría interpretarse como una identificación que el hombre hace de sí mismo con el caballo totémico. Téngase en cuenta que el caballo es, para el hombre antiguo, animal domesticado: valiosísimo para el transporte e imprescindible para la guerra y que, en el simbolismo biopsicológico del caballo, éste representa –recordemos a Diel- “los deseos exaltados y los instintos primarios”. Si el empleo del caballo como animal de transporte depara su sentido “psicopómpico” (vehículo en el más allá) y el empleo bélico que del caballo se hace aporta su sentido “apotropaico” (defensor de tumbas), el simbolismo biopsicológico que repara en la exaltación de los instintos y el deseo -como un desbocamiento- será el que permita entender la propensión del hombre ibérico a identificarse –relinchando- con el caballo que relincha en los momentos más álgidos de su vida: cuando se dispone al apareamiento, cuando emprende una carrera desbocada o cuando expresa su plena satisfacción. Precisamente en momentos semejantes a los de mayor desenfreno para el ser humano: la fiesta y la guerra.

Pensamos que el “relincho” fue una usanza extendida por toda la Península Ibérica desde tiempos inmemoriales y remotísimos, uso que hogaño sólo se conserva en tierras vascónicas –gracias al amor que los vascos tienen por sus tradiciones y no sin desafiar bizarramente la destrucción de "viviendas" (1) que el espíritu moderno ha ejecutado, liquidando costumbres volclóricas. En el resto de la geografía peninsular, siempre más permeable a los vientos destructivos de la modernidad, el “relincho” ha desaparecido prácticamente.

Nosotros, reconociendo que estas líneas no quieren ser nada más que un ligero aproche etnológico, rogamos a los lectores del presente "aproche" que, en caso de poder hacerlo, añadan si lo tienen a bien más material procedente de la literatura o el volk-lore de toda España para dilucidar esta cuestión propuesta. Y, por último, reivindicamos el “relincho” como expresión genuina de la alegría de unos pueblos -los nuestros- que si no relinchan hoy en nuestros días es a buen seguro que por haber perdido la alegría antigua y vital que lo llevaba a danzar y guerrear mejor que ningún otro pueblo del mundo.
 

(1) La palabra "vivienda" en el léxico de mis personales estudios antropológicos recupera una antigua acepción -por ejemplo, empleada por fray Luis de León: la de "manera de vivir", "estilo de vida", por lo que no recomiendo entenderla como comúnmente se hace: vivienda = habitación física.

BIBLIOGRAFÍA:

CIRLOT, Juan Eduardo. “Diccionario de Símbolos”, Barcelona, 1997.

KRUTA, Venceslas. “Los Celtas” (Apéndice de la doctora G. López Monteagudo), Madrid, 1992.

MARCO SIMÓN, Francisco. “Los celtas”, Madrid, 1990.

BLÁZQUEZ, José María. “Imagen y Mito. Estudios sobre religiones mediterráneas e ibéricas”, Madrid, 1977.

CARO BAROJA, Julio. “El Carnaval. Análisis histórico-cultural”, Madrid, 2006.

CARO BAROJA, Julio. “Los pueblos de España”, Madrid, 1981.

RECIO VEGANZONES, Alejandro. “Relieve ibérico funerario con caballo de “Las peñuelas” (Martos)”, Separata del “Homenaje a José Mª Blázquez” , Madrid, 1993.

VEGA, Lope de. “Peribáñez y el Comendador de Ocaña”, Madrid, 1982.

PEREDA, José María de. “El sabor de la tierruca”, Madrid, 1889.

domingo, 14 de junio de 2015

LAS ALPUJARRAS

 
LOS MOZÁRABES ALPUJARREÑOS RESISTEN
 




Manuel Fernández Espinosa


¿LA ALPUJARRA O LAS ALPUJARRAS?

El geógrafo musulmán Al-Idrisi situaba Jaén en el distrito (él le llamaba "clima") de las Alpujarras. Alemany Bolufer, allá en su "La geografía de la Península Ibérica en los escritores árabes" sostiene que Al-Idrisi daba el nombre de Alpujarras a la gran Cordillera de Sierra Morena, y no a las estribaciones de Sierra Nevada. Lo que parecía ser una flagrante equivocación del geógrafo. Julio Caro Baroja, mediando en la diatriba, comenta que fueron varias las Alpujarras que hubo en el Sur de España: "el nombre de "Alpujarra" se dio no sólo a un clima o distrito montañoso, sino, a varios, de la misma forma como para los escritores latinos de cierto período los "Alpes" no eran sólo el sistema orográfico que se llama ahora así, sino las grandes montañas en general.", nos dice el sabio de Vera de Bidasoa.

Hace al caso también que advirtamos que, según el mismo Caro Baroja: "Se ha rastreado incluso un elemento "alp-" o "arp-" (también "carp-") en varios antiquísimos nombres de cordilleras macizos y se ha pensado que entra incluso en la composición del de Alpujarra". La palabra "Alpujarra", pues, vendría a significar algo así como "las tierras montañosas2. Gerald Brenan, por su parte, mucho menos sabio que nuestro antropólogo vasco, creía más bien que el término "alp-" venía a significar, según otra interpretación filológica, "blanco".

La palabra "La Alpujarra" fue empleada por vez primera en el siglo X. Algunos la tradujeron como "Colina de Hierba". Hernando de Baeza y Hernando de Zafra la nombraban en singular: "la Alpuxarra/el Alpuxarra"; mientras que Fernando del Pulgar se refería a "aquellas sierras que llaman las Alpuxarras": en plural. Algunos cronistas de las guerras moriscas, contemporáneos de estos Hernandos, llegaron a traducir el vocablo "alpujarra" por "la pendenciera", "la levantisca". Sea lo que fuere, no es erróneo -según al-Idrisi y otros muchos, tanto moros como cristianos- hablar de varias Alpujarras, por mucho que el término haya quedado restringido para esa comarca que se extiende entre el meridión de Sierra Nevada y el mar. Pues ya decimos que no faltan autores antiguos y reputados que mantuvieron abiertamente que la actual provincia de Jaén también tuviera su Alpujarra: unos la ponían en Sierra Morena y otros, en la Sierra de Cazorla.


EL MITO MORISCO A DEBELAR

Se ha estudiado el levantamiento de los moriscos en la Alpujarra, y desde entonces la Alpujarra ha quedado ligada indisolublemente a esta insurrección cruel. Ni que decir tiene que el aplastamiento de los insurgentes moriscos bajo los ejércitos españoles ha hecho correr ríos de tinta por parte de nuestros detractores -los enemigos de España; en su estilo sempiterno, gimiendo y fingiendo, como plañideras a sueldo, los agentes de la Leyenda Negra han exagerado hasta la desfiguración histórica la supuesta dureza que ejercimos los españoles sobre nuestras "víctimas": los "pobrecitos moriscos". Menos tinta se ha gastado, por contra, en destacar las brutales torturas y crímenes que, sí, efectivamente cometieron los moriscos durante su insurrección: violación de mujeres delante de los esposos, asesinatos horrorosos de cristianos (mediante empalamiento, degollamiento y destripamiento) y martirización de religiosos y sacerdotes; ni los niños escaparon a la sed insaciable de su bestialidad, por mucho que ahora nos los pinten a esos moriscos como corderitos mansos, lo que ocurrió quedó plasmado en las crónicas y allí lo que constatamos es que bien que se gozaban con la sangre de nuestros antepasados. Pero, una vez distorsionada la verdad histórica, casi prácticamente hasta alcanzar el grado de "dogma" políticamente correcto, la Alpujarra ha pasado de esta manera, en el imaginario anti-español, a ser el paisaje de las crueldades cometidas por los ejércitos de Felipe II, por mucho que la historia verdadera sea lo contrario: las Alpujarras, en manos de aquellos sectarios fanáticos, se convirtieron en auténticos campos de tortura y exterminio al aire libre, y sus bellos paisajes se tornaron en macabros mataderos en que los moriscos masacraron a sus vecinos cristianos. Muy pocos han sido los valientes que han dado un paso al frente, reconstruyendo la verdad histórica y debelando este peligroso mitologema, propalado incluso por series televisivas de dudosa fiabilidad histórica.

Los laboratorios ideológicos de la izquierda, avezados en falsificar sistemáticamente la historia, se apresuraron a reclamar la "herencia morisca", como si la derrota de los Aben Humeya y sus hordas sanguinarias de moricos fuese algo así como la anticipación o prefiguración de la derrota del Frente Popular en 1939, con parejo victimismo cínico y mendaz la izquierda ha vuelto a falsificar la Historia de España con el capítulo de los moriscos. Y, no obstante, digamos que en cierto modo no podemos regatearle a esa izquierda -que por más leída no es más intelectual- que, existieron -eso es verdad- asombrosos paralelismos entre el conflicto morisco y la Guerra Civil de 1936-1939: los moriscos, al igual que los milicianos rojos después, tenían la misma vesánica costumbre de asesinar salvajemente a cuantos confesaran el nombre de Cristo.

Pe
ro ya es hora de reintegrar las Alpujarras como suelo hispánico, tan hispánico como Covadonga o los recónditos parajes vascones, aquellos confines adonde no llegaron a pisar las babuchas moras. Si se ha exagerado el ambiente moruno de las Alpujarras, pese a haber sido colonizadas por españoles "cristiano viejos" (como mis mismos antepasados) tras el aplastamiento de los moriscos, es el momento de reivindicar las Alpujarras como espacio de resistencia contra la morisma invasora que nos ocupó durante largos siglos de tinieblas. También, digámoslo, pese a lo que puedan creer algunos incautos, la suerte de los moriscos no se decidió tras la pacificación de las Alpujarras, pues fueron reubicados en la Península hasta su posterior expulsión definitiva por Felipe III. Hasta ahí llegó la clemencia de nuestro Rey Prudente, el nunca justamente alabado Felipe II.

MOZÁRABES ALPUJARREÑOS POR SU LIBERTAD

El presunto "hispanista" Gerald Brenan -digo "presunto", y muy pronto lo verán ustedes- escribió "Al sur de Granada", prontuario de tópicos sobre las Alpujarras que insisten sobre el aire moruno de este país del Reino de Granada. Estos tópicos que troquelaron los viajeros románticos y este tal Brenan van repitiéndose por doquier, ignorándose las más de las veces su espuria procedencia. En este libro de Brenan, inspirado a raíz de su estancia en Yegen en los años que van de 1920 a 1934, el guiri ofrece pasajes antológicos que se anticipan al posterior "Mito de las Tres Culturas". Para muestra, un botón:



"Los visigodos ocuparon el lugar de los romanos y, después, en el 712, llegaron los árabes, que establecieron un gobierno más justo y más tolerante. Los intrigantes nobles y los terribles obispos cedieron ante una religión que, por lo menos, intentaba llevar a la práctica los mandamientos de su fundador. La rápida conversión de la mayor parte de España al Islam demuestra que la pesadilla había terminado" ("Al sur de Granada", Edición de "Siglo XXI de España Editores", pág. 221.) La negrita es nuestra: gobierno justo y tolerante el de los árabes... la pesadilla (se refiere a la España visigoda, cristiana y europea) había terminado... Con semejantes afirmaciones, Gerald Brenan pasa para nosotros directamente al cajón de los imbéciles, cuando no al de los embusteros enemigos de España.

Como ustedes puede ver, este texto que escribió Gerald Brenan desmiente con esos plumazos la tontería que afirma que dicho escritor inglés pueda ser considerado "hispanista", pues tamaña aberración como la que sostiene no la puede decir nunca un hispanista, un amigo de España; esa torpe mentira sólo puede proclamarla un enemigo de España. Por eso será que la progresía española -también lo de "española" es un decir- encaramó a Gerald Brenan al renombre que no mereciera entre los españoles bien nacidos. Después vendría el otro, el Ian Gibson... Otro pseudo-hispanista de pegote.

Y, después de esas paparruchadas, nada tiene que decirnos Gerald Brenan de la numantina resistencia de los mozárabes alpujarreños. O no lo sabe, o calla... como una puta.


ALPUJARRAS: LA COVADONGA MERIDIONAL POR DESCUBRIR

Es aquí cuando nos toca destacar que el hecho de la resistencia mozárabe contra el Islam en las Alpujarras, así como en otras partes de al Andalus, constituye un hecho histórico incontrovertible. La razón de su incuestionabilidad nos la dan las mismas fuentes árabes que atribuyen a las comunidades cristícolas -mozárabes- de Granada los correos clandestinos que llegaron a Alfonso I el Batallador, Rey de Aragón, invocando su clemencia para venir a Andalucía y liberar a las comunidades mozárabes. "Los mozárabes, bajo el mando de Ibn Al-Qalas, se ofrecían a proporcionar combatientes al rey aragónes si se atrevía a marchar sobre Granada, no menos de doce mil, encuadrados y disciplinados" -apunta José Ángel Lema Pueyo en su magnífica biografía de "Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104-1134)"; libro imprescindible para el conocimiento de este formidable Rey Cruzado.

Alfonso I el Batallador acudió a la llamada, corrió y estragó las tierras andalusíes y de regreso a Aragón llevó consigo a un enorme contingente de mozárabes con sus familias que huyeron de las represalias de sus dominadores musulmanes.

Las Alpujarras merecen el nombre de levantiscas, pero no lo fueron tan sólo para Felipe II. País montuoso y riguroso, las Alpujarras fueron una reserva hispánica que permaneció prácticamente inalterada tras el 711, hasta que tras la incursión aragonesa de Alfonso I el Batallador los tiranos islámicos exterminaron a la población autóctona, deportando a una gran cantidad de mozárabes supervivientes al norte de África. El abuelo del filósofo Averroes aportó la idea: exterminio y deportación para los cristianos aborígenes. El nieto de esa mala bestia tiene una estatua en Córdoba, aunque nos queda el consuelo de que también conoció el destino que su abuelo dictó para nuestros antepasados.

Es hora, ya digo, de que esa facción de la juventud culta y audaz, la que todavía pueda quedar en España, tome en serio estas cosas y acometa una labor de investigación histórica que ponga las cosas en su sitio, apartando las mentiras perniciosas que han fabricado los enemigos de España, empezando por las Tres Culturas. Ojalá muchos jóvenes historiadores que sabemos que nos siguen y leen se animen a realizar tesis doctorales sobre asuntos como este que dejamos aquí esbozado. Es hora también, de que los alpujarreños contemporáneos se rebelen contra la ficción histórica que le han prefabricado los agentes políticos y culturales que trabajan, día y noche, por la destrucción de nuestra identidad. Es hora de reclamar el legado de Ibn al-Qalas, aquel que llamó a Alfonso I el Batallador para que el fuerte aragonés viniera a liberar a los mozárabes, cautivos en su propia patria y sometidos al extranjero.

 
BIBLIOGRAFÍA:

"Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104-1134), José Ángel Lema Pueyo, Ediciones Trea, Gijón, 2008.

"Los moriscos del reino de Granada", Julio Caro Baroja, Alianza Editorial, Madrid, 2003.

"Al sur de Granada", Gerald Brenan, Siglo Veintiuno de España Editores, Madrid, 1993.

"Descripción del reino de Granada sacada de los autores arábigos", F. J. Simonet, Granada, 1872.

"La geografía de la Península Ibérica en los escritos árabes", J. Alemany Bolufer, en Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su reino, 9, 1921.







jueves, 7 de mayo de 2015

SOBRE EL ÁGUILA BICÉFALA DE LUCENTUM (ALICANTE)


APORTES PARA DESPEJAR UNA INCÓGNITA


Manuel Fernández Espinosa


En el año 2005 se descubrió en el yacimiento de Lucentum lo que ha sido descrito como: "un "lituus" (representa el bastón de los sacerdotes augures), debió medir unos 2,2 metros de altura y su excepcionalidad radica en que es la primera y hasta ahora única pieza del mundo romano que incluye un águila con dos cabezas". Según algunas fuentes, esta mano de bronce se ha datado en el siglo I d. C. ("Diez años de misterio en torno al águila bicéfala romana de Lucentum"), aunque otras fuentes apuntan que habría que fecharla en el siglo III d. C. ("Lucentum: o La ciudad de la luz"). La determinación de su fecha es muy importante para saber si se está hablando de un "misterio" sin solución o si puede haber visos de despejar la incógnita.
 
Dando por supuesto que fuese del siglo I d. C. estaríamos ante una pieza única, dado que el águila bicéfala, como símbolo imperial, no se adoptó hasta fechas muy posteriores. Sin embargo, el águila bicéfala es un símbolo antiquísimo: se emplean como símbolo de poderío desde dos mil años antes de Cristo, los hititas las emplearon y se pueden encontrar ejemplares plasmados artísticamente en la actual Turquía. En nuestro ámbito cultural fue Bizancio -el imperio romano de oriente- el que la incorporó y la transmitió tanto a los Habsburgo como a los Zares de la Santa Rusia.
 
Como digo, si el fragmento de nuestra estatua lucentina se fecha en el siglo I d. C. sí que cabría hablar de una rareza. En ese supuesto de datación, no queremos dejar de explicarnos la razón que podría explicar esta muestra de bicefalia aquilina digamos que anticipada.
 
El "lituus" era un bastón que empleaban los augures sacerdotales de la antigua Roma, para trazar las líneas de un templo, tras el escrupuloso escrutinio del vuelo de las aves. Como Máximo Pontífice el emperador podía ostentarlo en su calidad de sumo sacerdote. Teniendo en cuenta la importancia que las aves tenían para la elección del lugar a consagrar, nuestra águila bicéfala habría que considerarla en su categoría simbólica más sacerdotal que política. Pero teniendo en cuenta que religión y política constituían una unidad indisociable.
 
Juan Eduardo Cirlot comenta que: "Como otros animales, en cuanto [el águila] habita la región de Géminis, se duplica parcial o totalmente: surge entonces el águila bicéfala" ("Diccionario de Símbolos", J-E. Cirlot). La bicefalia constituye un binario que simbólicamente hay que relacionar con otros, sobre todo con el Jano bifronte. El sacerdote oferente invocaba a Jano bajo el nombre de "Patulcio" (el que abre) y "Clusio" (el que cierra): "Toda puerta tiene dos frentes gemelas, a un lado y a otra, de las cuales, una mira a la gente y la otra, en cambio, al dios lar" -dice Jano por boca de Ovidio. Y lo que más conecta a Jano con el águila bicéfala es lo que sigue revelándonos a través de Ovidio: "así yo, portero de la corte celestial, alcanzo a ver a un tiempo la parte de Levante y la parte de Poniente". Siempre se ha tratado de explicar que la razón de la bicefalia en el águila imperial remite al imperio de oriente y occidente, pero lo que expresa esta duplicidad no es una división, sino que contiene una unidad: "yo -sigue dicendo Jano-, para no perder el tiempo torciendo el cuello, tengo licencia para mirar a dos [direcciones] de ellos [caminos] a la vez, sin mover el cuerpo".
 
El fragmento escultórico hallado en Lucentum representa un mano izquierda que sostiene el pomo de una espada ceremonial, representando a un emperador revestido de militar. Los arqueólogos reconocen no haber identificado al emperador, pero -reitero- si la fechan en el siglo I d. C. me inclino a pensar que el emperador sea Tiberio (42 a. C. - 37 d. C.) que rigió el Imperio desde el año 14 hasta el 37. Este emperador impuso el protectorado en Armenia y de allí pudo traerse el símbolo.
 
El águila bicéfala está relacionada con el signo astrológico de Géminis y, por lo que sabemos de Tiberio, éste emperador manifestó un gran interés por la astrología, como consta por Suetonio: "Bastante indiferente en lo que respecta a los dioses y a las prácticas religiosas, pues cultivaba la astrología y estaba convencido de que todo lo gobierna el hado". De entre los templos que dedicó Tiberio mereció especial mención a Suetonio el de Cástor y Pólux, figuras mitológicas también relacionadas con Géminis.
 
Armenia era un territorio que lindaba con Roma al oeste y con el imperio parto al este, de ahí que su situación geopolítica la hiciera tan fluctuante. Los reyes se los ponían los vecinos. Pero la inteligente política de Tiberio aseguró que Armenia se inclinara a favor de Roma. El símbolo de la doble águila (duplicidad completa y no parcial como expresa la bicefalia) todavía permanece en el escudo heráldico de la actual Armenia, aunque se ha transformado en un águila y un león a modo de tenantes que flanquean y sostienen el escudo de armas.

BIBLIOGRAFÍA:

"Vidas de los doce césares", Suetonio.

"Fastos", Ovidio.

"Anales", Tácito.

miércoles, 29 de abril de 2015

LA CAMPANA MÁS ANTIGUA DE LA CRISTIANDAD



LA CAMPANA DEL ABAD SAMSÓN
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Es considerada la campana más antigua de la Cristiandad. Esta campana fue descubierta en el siglo XVI, cuando limpiaban un pozo a media legua de Trasierra, en Córdoba (España). Se conservó en el Monasterio de San Gerónimo de Valparaíso (a una legua de Córdoba) hasta que el Monasterio fue cerrado y sus monjes exclaustrados con la desamortización de los bienes eclesiásticos decretada por el ministro masón Álvarez de Mendizábal. La conservó el Padre Maestro Fray José de Jesús Muñoz y la Comisión de Arbitrios de Amortización la requisó entregándola a la Comisión de Ciencias y Artes, cuya sede estaba en el Colegio de Humanidades de Nuestra Señora de la Asunción de Córdoba. Actualmente forma parte de la exposición del Museo Arqueológico de Córdoba.
La importancia que tiene esta campana no sólo reside en su antigüedad, sino que además de ello es una reliquia en tanto que fue, como consta por su inscripción, una donación del Abad Samsón a la iglesia de San Sebastián, como leemos en la leyenda grabada a buril que presenta su circunferencia:

+Offert hoc munus Samson abbatis in domum sancti
Soebastiani, martiris Christi era DCCCC et XIII.

(El abad Samsón ofrece este regalo a la casa (templo, ermita) de San Sebastián, mártir de Cristo, en el año de la Era 913)
¿Quién era el Abad Samsón? Samsón de Córdoba fue un clérigo (el título de Abad aquí no habría que entenderlo como dignidad monástica, sino parroquial) que destacó en el siglo IX junto a San Eulogio y Álvaro de Cordoba, cristianos que vivieron en la Córdoba ocupada por el poder califal mahometano. Samsón tuvo conflictos con algunos obispos heréticos, como Hostegesis de Málaga y con otros cristianos que colaboraban estrechamente con el poder califal. Destacó como un valiente apologeta de la fe (se conserva su obra "Apologético" que es un testimonio de su sólida formación filosófica y teológica) enfrentándose con esta obra a las herejías que trataban de implantar sus enemigos, sufrió persecución y destierro en Tucci (actual Martos, Jaén).

lunes, 2 de marzo de 2015

LOS MÍTICOS ORÍGENES DE MADRID


 
VISIGODOS, METRAGIRTA Y SERPIENTES
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
EL MADRID VISIGODO NO INTERESA
 
 
En el transcurso de las obras del Museo de Colecciones Reales de Madrid en el Campo del Moro (cerca de la Catedral de la Almudena) se descubrieron restos arqueológicos, entre los cuales merece destacarse la exhumación de un esqueleto que se fechó como de época visigoda (ABC: Un esqueleto visigodo pone en duda el origen de Madrid): el hallazgo puso en tela de juicio el supuesto que los historiadores, desde unas décadas antes, habían barajado, a saber, que el núcleo de población de Madrid era musulmán, del siglo IX. No era extraño que desde hacía unas décadas se hubiera afianzado esa creencia, pues es sabido que desde la transición democrática, en España empezó a ganar terreno la teoría de las tres culturas, arrinconando toda otra hipótesis para nuestros orígenes que no fuesen judíos o moros, por eso, la lectura que se hizo del descubrimiento presenta esta contradictoria conclusión: "La arqueóloga jefa ha indicado que no se trataría de una necrópolis o un enterramiento programado, sino de una posible muerte de un pastor que erraba por la zona, por lo que se descarta la idea de asentamiento visigodo urbano. Sin embargo, la experta no desdeña que pudiera haber en la zona un pequeño villorio visigodo". Me atrevo a aventurar que si los restos óseos hubieran sido de época musulmana, aunque hubieran sido los de un solo esqueleto, el lugar hubiera sido declarado necrópolis musulmana, próxima a un "gran centro de población"; en cambio, si se trata de un esqueleto visigodo, se descarta un cementerio visigodo y en todo caso -para no pillarse los dedos- dicen que se trataría de un villorrio insignificante: el esqueleto del visigodo era de un pastor visigodos que por allí pasaba.
 
Así está el estado de nuestra Historia: cualquier hecho se interpreta partiendo de la hipótesis que estipula un origen musulmán de antemano, despreciándose todo cuanto no sea moro o judío; como si los emplazamientos mahometanos y la "cultura" judía fuesen los ingredientes fundacionales de nuestros pueblos. Sin embargo, lo que se infiere de estudios sobre la toponimia peninsular es que los musulmanes apenas fundaron nuevas poblaciones, sino que se limitaron a ocupar los ya existentes y, en muchísimos casos, no se molestaron ni en cambiarles el nombre: así podemos citar el caso de Santisteban del Puerto (en la actual provincia de Jaén), a la que Ibn Hayyan llama "Sant Astabin" y Ibn al-Jatib llamaba "Sant Istiban" y, nótese, ni en el caso de un topónimo de un santo fueron capaces de cambiarlo. Los bastardos intereses con miras a la ingeniería cultural que hay tras el paradigma de las tres culturas orientan toda la interpretación histórica en España; y no pensemos que esto ocurre exclusivamente en Andalucía: ocurre en Toledo, ocurre en Valencia, ocurre en Aragón y, si lo seguimos permitiendo, ocurrirá hasta en Asturias. Es así como nos construyen una identidad histórica totalmente falsa que corresponde a un tiempo en que se impone el multiculturalismo.
 
LOS ORÍGENES MÍTICOS DE MADRID
 
Escudo de Madrid, desde 1841 a 1967

 
Desde 1842 hasta 1967, el escudo de la villa y corte de Madrid fue más complejo que el actual: al popular blasón de la osa (que no oso) con el madroño, se le sumaba -además de otros elementos- un dragón y el dragón es lo que ahora nos interesa. Hemos hablado en otros artículos sobre la imprescindible aportación de los humanistas españoles en la construcción de la identidad de nuestras ciudades, villas e incluso localidades de menor importancia (véase La restauración de las tradiciones fundacionales en la España del Siglo de Oro.)
 
Madrid fue designada como sede de la Corte del Rey de España en 1561 por Felipe II. Como capital de un Imperio vastísimo, la villa de Madrid tenía que demostrar su legitimidad y a ello se aplicaron algunos humanistas matritenses como, mencionemos a los dos más destacados: Jerónimo de la Quintana (1576-1644) o Juan López de Hoyos (1511-1583).
 
Juan López de Hoyos escribió la "Declaración de las armas de Madrid y algunas antigüedades" y Jerónimo de la Quintana "A la muy antigua, noble y coronada villa de Madrid: historia de su antigüedad, nobleza y grandeza". Había que buscarle a Madrid los antecedentes más remotos y nobilísimos, y las elites intelectuales se apresuraban a cimentar el abolengo de la Villa y Corte. Para ello no pararon mientes en buscarle un origen homérico, como el que los lisboetas le habían otorgado a Lisboa que, derivando el nombre griego de Lisboa de Olissipo (Olissipona), dieron en pensar que el fundador mítico de Lisboa había sido Ulises (Odiseo): Luis de Camoens se haría eco de esta mítica fundación de la capital portuguesa en su "Os Lusíadas". Los madrileños no se quedaron atrás y así es como Jerónimo de la Quintana estableció que Madrid había sido fundada por los troyanos, como Virgilio había establecido que Eneas fundó Roma, en el año 1059 a. C., correspondiendo al mítico Ocno Bianor el honor de fundar Madrid.
 
OCNO BIANOR Y METRAGIRTA
 
Según habían establecido los humanistas madrileños, Ocno Bianor era hijo de Tiberis y nieto de Bianor; éste, huyendo de Troya, se había asentado en Albania. Ocno era el hijo ilegítimo de Tiberis, habido con una mujer llamada Manto (que vendría de "mancia": "la fatídica"). Para que el hijo legítimo no tuviera al bastardo como rival en el trono, Tiberis dio dinero a Manto y a Tiberis, pidiéndoles que se fuesen de su reino. Ocno se estableció lejos del reino de su padre, fundando Mantua (en la Lombardía), pero allí tuvo un sueño en que Apolo le invitaba a abandonar Mantua y buscar un lugar donde lo haría próspero y feliz. Ocno secundó el consejo de Apolo y tomó el nombre de "Ocno" (el adivinador onírico); después de diez años de peregrinación, Apolo se le volvió a aparecer en sueños, diciéndole que el lugar en donde dormía era el elegido para levantar la ciudad. Al despertar se encontró Ocno con los nómadas carpetanos, a los que reveló sus sueños y estos se prestaron a edificar la ciudad. En otro sueño, más tarde, Apolo reveló a Ocno que el templo de la ciudad se consagrara a la diosa Metragirta, hija de Saturno, la Magna Mater, Cibeles. El nombre de Metragirta presenta una raíz "Metra" que indica la "matriz" y, como señala Pierre Chompré (1698-1760) en su "Diccionario abreviado de la fábula" (1727): "Metragirta, renombre de Cibeles, cuyos Sacerdotes se llamaban "Metragirtos", esto es, Questores de la Madre de los Dioses, porque tenían oficio de mendigar". El fin de Ocno fue que, para terminar con las discordias locales, se sacrificó, mandando que lo sepultaran vivo. En una tormenta, apareció la diosa Metragirta sobre un carro tirado por leones y, sacando a Ocno de su tumba, lo llevó consigo a la morada de los dioses y los héroes.
 
Según la conjetura de nuestros humanistas madrileños del siglo XVI y XVII, Madrid terminó llamándose Madrid por corrupción del teónimo de Metragirta. Y ahora, conociendo este mito, sabremos la razón por la cual se erigió en Madrid, en 1782, la popular Fuente de Cibeles, sobre un carro tirado por leones: teniendo muy presente la leyenda fundadora elaborada siglos antes, cuando Madrid competía con Valladolid en la capitalidad.
 
Los nombres de Madrid en el tiempo han sido muchos: Viseria, Ursaria, Osaria, Mantua Carpetana, Matrice... Metragirta -como quiere la leyenda de los humanistas. En cuanto a los topónimos de Ursaria y Osaria digamos que nos remiten a los Osos (que parece ser que abundaban en la zona; por otra parte, Osaria -osera- es un topónimo que se repite en los puntos más lejanos entre sí de la península).
 
Aunque el mito de Ocno Bianor y su fundación de Madrid no sea más que una fábula inventada para otorgar un prestigio fundacional a Madrid, lo cierto es que cumplía la función metapolítica de dotar a Madrid de una antigüedad parangonable a la de Roma: como capital de un Imperio que quería revivir en clave cristiana las grandezas pretéritas de la Ciudad Eterna, Madrid no podía tener un origen menos mitológico.
 
LA CULEBRA DE PUERTA CERRADA
 
A esto se le sumó que en 1569, durante unas obras en la Puerta Cerrada, saliera a la luz una pieza arqueológica que el Maestro López de Hoyos interpretó como un dragón: "Entre las antigüedades que evidentemente declaran la grandeza y fundación antigua de este pueblo, ha sido una la que en este mes de Junio de 1569 años, por desembarazar la puerta Cerrada, derribaron, y estaba en lo más alto de la Puerta, en el lienzo de la muralla labrado en piedra berroqueña, un espantable y fiero dragón, el cual traían los griegos por armas y las usaban en sus banderas.”
 
Por este ofidio "labrado en piedra berroqueña", Lope de Vega, en su poema épico "La Dragontea", pone estos versos en boca de Francis Drake (el "dragón"):
 
"¿Quién, sino mi Dragón, ofende y daña
la sierpe, imagen de la antigua España?"
 
A decir verdad, tal y como la pinta el mismo López de Hoyos, el dragón era una serpiente; el hecho de no poder datarla, pues de ella se conserva mención y un dibujo tan sólo, nos deja con la incógnita de saber quiénes la esculpieron. Si era un relieve prerromano, habría que suponer que podría tratarse del elemento escultórico de un conjunto funerario, dado que el carácter fúnebre de estos animales ha sido evidenciado por J. M. Blázquez en su obra "Primitivas religiones ibéricas".
 
La historiografía oficialista esboza una sonrisa sardónica ante este tipo de fantásticos mitos fundadores. Es cierto que nuestros antiguos humanistas, celosos amantes de sus patrias chicas y de su patria grande, eran capaces de elaborar los más sofisticados mitologemas, sirviéndose de su vastísima cultura clásica grecorromana y cristiana. Pero, los presuntos científicos que entierran el pasado visigodo, el paleocristiano y el prerromano de nuestra Península Ibérica, construyendo sus nuevos mitos de las tres culturas, sentando las bases de una hegemonía de lo musulmán y lo judío sobre lo auténticamente español, ¿son menos mitólogos? Desdichadamente, no podemos ver en muchos de nuestros presuntos historiadores y arqueólogos a rigurosos científicos, pues nos consta que sirven a un paradigma no menos metapolítico que, por si fuese poco, falsifica nuestra historia y nos construye una percepción pervertida de nuestros orígenes... Y con menos patriotismo y, todo sea dicho, menos fantasía literaria que aquellos humanistas de antaño.
 

domingo, 1 de marzo de 2015

LA TRAGEDIA PERPETRADA POR LOS MORISCOS

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Martirio del P. Marcos Criado
 
CRÍMENES MORISCOS EN LAS ALPUJARRAS
 
Año 1568, Granada:

En este dicho año de quinientos y sesenta y ocho, a veinticuatro días del mes de diciembre, víspera de la Navidad de Cristo Dios nuestro, en la noche se levantaron los moriscos del reino de Granada, y la causa del levantamiento, fue lo primero por haberles mandado que no hablasen algarabía, sino lengua castellana y que vistiesen traje castellano, lo cual a ellos era muy duro y pesado de llevar, y lo otro porque a don Fernando de Valor, morisco y veinticuatro de Granada, le quitó un alguacil una daga, lo cual habían todos los moros sentido en sumo grado, porque lo tenían por cabeza y señor, atento que descendía de alta prosapia, y disimulando este agravio, los moros algunos días propusieron la venganza de los de Granada, y todos y para más bien atraer los negocios a su cómodo efeto, fingieron querer hacer un hospital en el Albaicín, para que se curasen los enfermos, y con aquella astuta cautela, hacer una muy buena casa, a donde se juntasen todos los moriscos, a hacer sus conciertos y tratos de rebelión
, y se juntaron muchas veces, a aquél nefando cónclave para concluir a aquella pasión, que tan arraigada la tenían en sus corazones, y allí juraron por rey y señor a don Fernando de Valor, y luego escribieron muchas cartas a todos los moriscos del reino, y los demás ducados y marquesados, hasta el reino de Valencia, animándoles a ellos, prometiéndoles muchos bienes y riquezas de los cristianos, puniéndoles por delante la libertad que ternían, felice y dichosa.

Ansímismo escribieron muchas cartas, a muchos reyes moros de Berbería, pidiéndoles su favor y ayuda, ofreciéndoles muchos bienes y riquezas del reino de Granada, y de toda España, lo cual alcanzarían con mucha facilidad, porque ellos eran más de trescientos mil moros en España y con su ayuda sería presto, puesta en su poder, y ansí todo esto determinado y concertado como se habían de levantar, comenzó a se levantar toda el Alpujarra, la noche de Navidad del dicho año, matando cuantos cristianos hallaban en las iglesias en maitines, haciendo grandes sacrificios en los sacerdotes con inumiosas muertes, corrompiendo muchas doncellas, y particularmente en Oxixar, que es cabeza del Alpujarra, adonde acaeció un caso el más estraño y horrible que los nacidos han oido ni visto, y fue que aquellos sacrílegos sayones presinaron a un prior de allí, con una navaja muy aguda por la cara, y sienes y cabeza, haciéndole la señal de la cruz, haciendo mucho vituperio de la ley cristiana, tiniéndola en muy poco, y prendieron al escribano y a su mujer, y a él le amarraron a un palo junto a la iglesia, y estando allí atado, truxeron a su mujer, y se echaron con ella en su presencia cuantos moros quisieron, por dalle mayor dolor, siendo como era una señora muy principal, y hecho este lividinoso caso en su presencia, luego le dieron muerte al escribano, con un género de tormento, cual suelen aquellos bárbaros inhumanos hacer con los cristianos, y fue, que le cortaron todos sus miembros uno a uno, por más le agravar el dolor y hecho este estrago, tomaron el camino de Granada para se levantar con los del Albaicín, y cayó tanto número de nieve, que no pudieron allegar a Granada, y ansí se volvieron a sus lugares, y otro día de noche, primer día de Pascua, entraron en Granada, los moros del Alpuxarra por la puerta Fajaláz ques en el Albaicín cantidad de trescientos moros armados, y mataron a la guarda de la puerta, y le cortaron un brazo, y entraron en la plaza larga, y pregonaron el Alcorán y le rompieron la botica a un cristiano, y si lo hallaran muriera sin duda…”


Del libro "Sumario de prohezas y casos de guerra ..." de Juan de Arquellada, respetando la grafía original del texto.

"...prendieron al escribano y a su mujer, y a él le amarraron a un palo junto a la iglesia, y estando allí atado, truxeron a su mujer, y se echaron con ella en su presencia cuantos moros quisieron, por dalle mayor dolor, siendo como era una señora muy principal, y hecho este lividinoso caso en su presencia, luego le dieron muerte al escribano, con un género de tormento, cual suelen aquellos bárbaros inhumanos hacer con los cristianos, y fue, que le cortaron todos sus miembros uno a uno, por más le agravar el dolor."
 
 
SANTO MARCOS CRIADO, MARTIRIZADO POR LOS MORISCOS

Marcos Criado nació en Andújar, el año 1522, y desde niño tuvo una grande devoción a la Santísima Virgen de la Cabeza. Huérfano de madre muy niño, se consagró a la Santísima Virgen María en su advocación de Virgen de la Cabeza. Profesó como trinitario y estudió hasta su ordenación sacerdotal. Destacó pronto como gran predicador, propagando la fe por los pueblos de Andújar, Ronda, Jaén y Úbeda. Los Obispos de Guadix y Almería pidieron a los trinitarios tres o cuatro misioneros para convertir a los moriscos de las Alpujarras. En Úbeda, los Padres Marcos Criado y Pedro de San Martín se presentaron voluntarios para evangelizar a los moriscos con riesgo de sus vidas.

Marcos Criado y Pedro de San Martín partieron de la ciudad de Úbeda. Pedro iría a Almería y Marcos a Guadix. El P. Pedro murió repentinamente poco después de empezar su misión. El P. Marcos queda solo. Después de presidir el funeral de su hermano Pedro, parte a la parroquia de la Peza, en Granada.

Desde la parroquia de la Peza, el P. Marcos comienza la empresa apostólica que se le había encomendado, visitando pueblos cercanos: catequizando a los niños, visitando a los enfermos, predicando y confesando. En la parroquia de la Peza le dan una soberana paliza, para que desista de su empeño. En la Sierra de Filabres es nuevamente apaleado, y dándole por muerto, los moriscos lo abandonan; pero se recobra. Empiezan los primeros conatos de la revuelta morisca: pueblos cristianos de la Alpujarra son arrasados, los templos profanados, las mujeres violadas y los cristianos asesinados despiadadamente.

El P. Marcos decide hablar con Aben Cotha, un cabecilla de moriscos. Cuando se realiza la entrevista, el P. Marcos le pide a Aben Cotha que respete a los cristianos. El cabecilla levantisco manda que lo amarren a un caballo y lo arrastren. Después de arrastrarlo y, dándolo por muerto, abandonan al trinitario en un camino.

Después de los martirios de los sacerdotes de Vera, el P. Marcos Criado tiene que huir de Cadiar para evitar la muerte, volviendo a la Peza. Aben Humeya, por otro nombre Fernando de Valor, se levanta en la Navidad de 1568.

El 22 de septiembre de 1569, el P. Marcos, tras celebrar Misa manifestó a toda su feligresía que quería dar la vida por Cristo. Un grupo de moriscos irrumpe en el templo. El P. Marcos Criado les habla. Los energúmenos lo sacan a golpes y lo llevan a las afueras del pueblo donde había muchos más. Lo torturan buscando que reniegue de Cristo, el P. Marcos sólo les respondió una cosa, en medio de aquellos tormentos: “¿Renegar de Cristo? ¡Jamás!”.

Sin dejar de golpearlo e insultarlo, lo amarran a una encina con los pies al aire. Durante los días 22, 23, 24 y 25 de septiembre permaneció allí colgado, mientras sus verdugos se mofaban de él y esperaban verlo morir.

El día 23, el Padre Marcos comenzó a cantar salmos y fue apedreado hasta que creyeron que había muerto. Pero el 24, cuando volvieron a descolgarlo, vieron que todavía vivía tratando de articular alguna palabra en su agonía. Subió el día 25 a la gloria de Dios, después de que un morisco le abriera el pecho y le extrajera el corazón.

Pese a la prodigiosa resistencia a la muerte que había mostrado a lo largo de su misión y las palizas que le habían dado, todavía fue mucho más impresionante al ofrendar su vida a Cristo, pues una vez sacado el corazón de su pecho generoso, de aquella víscera sanguinolenta irradiaba un resplandor, y sobre la carne se podía leer el anagrama de Jesús -J.H.S.-. Sus verdugos moriscos retrocedieron, asustados. Algunos cayeron en tierra y muchos se convirtieron ante el prodigio. La comunidad cristiana recogió los sagrados despojos del mártir de Cristo y su corazón. Y muy pronto en aquellos pueblos empezaron a llamarlo Santo Marcos.

Corría el año 1569. El P. Marcos tenía 47 años de edad cuando subió al cielo con la palma del martirio. Llevaba 33 años profesando como trinitario. Durante siglos se le veneró en aquel pueblo alpujarreño y, ya en 1899, Su Santidad León XIII lo elevó a los altares.