domingo, 14 de junio de 2015

LAS ALPUJARRAS

 
LOS MOZÁRABES ALPUJARREÑOS RESISTEN
 




Manuel Fernández Espinosa


¿LA ALPUJARRA O LAS ALPUJARRAS?

El geógrafo musulmán Al-Idrisi situaba Jaén en el distrito (él le llamaba "clima") de las Alpujarras. Alemany Bolufer, allá en su "La geografía de la Península Ibérica en los escritores árabes" sostiene que Al-Idrisi daba el nombre de Alpujarras a la gran Cordillera de Sierra Morena, y no a las estribaciones de Sierra Nevada. Lo que parecía ser una flagrante equivocación del geógrafo. Julio Caro Baroja, mediando en la diatriba, comenta que fueron varias las Alpujarras que hubo en el Sur de España: "el nombre de "Alpujarra" se dio no sólo a un clima o distrito montañoso, sino, a varios, de la misma forma como para los escritores latinos de cierto período los "Alpes" no eran sólo el sistema orográfico que se llama ahora así, sino las grandes montañas en general.", nos dice el sabio de Vera de Bidasoa.

Hace al caso también que advirtamos que, según el mismo Caro Baroja: "Se ha rastreado incluso un elemento "alp-" o "arp-" (también "carp-") en varios antiquísimos nombres de cordilleras macizos y se ha pensado que entra incluso en la composición del de Alpujarra". La palabra "Alpujarra", pues, vendría a significar algo así como "las tierras montañosas2. Gerald Brenan, por su parte, mucho menos sabio que nuestro antropólogo vasco, creía más bien que el término "alp-" venía a significar, según otra interpretación filológica, "blanco".

La palabra "La Alpujarra" fue empleada por vez primera en el siglo X. Algunos la tradujeron como "Colina de Hierba". Hernando de Baeza y Hernando de Zafra la nombraban en singular: "la Alpuxarra/el Alpuxarra"; mientras que Fernando del Pulgar se refería a "aquellas sierras que llaman las Alpuxarras": en plural. Algunos cronistas de las guerras moriscas, contemporáneos de estos Hernandos, llegaron a traducir el vocablo "alpujarra" por "la pendenciera", "la levantisca". Sea lo que fuere, no es erróneo -según al-Idrisi y otros muchos, tanto moros como cristianos- hablar de varias Alpujarras, por mucho que el término haya quedado restringido para esa comarca que se extiende entre el meridión de Sierra Nevada y el mar. Pues ya decimos que no faltan autores antiguos y reputados que mantuvieron abiertamente que la actual provincia de Jaén también tuviera su Alpujarra: unos la ponían en Sierra Morena y otros, en la Sierra de Cazorla.


EL MITO MORISCO A DEBELAR

Se ha estudiado el levantamiento de los moriscos en la Alpujarra, y desde entonces la Alpujarra ha quedado ligada indisolublemente a esta insurrección cruel. Ni que decir tiene que el aplastamiento de los insurgentes moriscos bajo los ejércitos españoles ha hecho correr ríos de tinta por parte de nuestros detractores -los enemigos de España; en su estilo sempiterno, gimiendo y fingiendo, como plañideras a sueldo, los agentes de la Leyenda Negra han exagerado hasta la desfiguración histórica la supuesta dureza que ejercimos los españoles sobre nuestras "víctimas": los "pobrecitos moriscos". Menos tinta se ha gastado, por contra, en destacar las brutales torturas y crímenes que, sí, efectivamente cometieron los moriscos durante su insurrección: violación de mujeres delante de los esposos, asesinatos horrorosos de cristianos (mediante empalamiento, degollamiento y destripamiento) y martirización de religiosos y sacerdotes; ni los niños escaparon a la sed insaciable de su bestialidad, por mucho que ahora nos los pinten a esos moriscos como corderitos mansos, lo que ocurrió quedó plasmado en las crónicas y allí lo que constatamos es que bien que se gozaban con la sangre de nuestros antepasados. Pero, una vez distorsionada la verdad histórica, casi prácticamente hasta alcanzar el grado de "dogma" políticamente correcto, la Alpujarra ha pasado de esta manera, en el imaginario anti-español, a ser el paisaje de las crueldades cometidas por los ejércitos de Felipe II, por mucho que la historia verdadera sea lo contrario: las Alpujarras, en manos de aquellos sectarios fanáticos, se convirtieron en auténticos campos de tortura y exterminio al aire libre, y sus bellos paisajes se tornaron en macabros mataderos en que los moriscos masacraron a sus vecinos cristianos. Muy pocos han sido los valientes que han dado un paso al frente, reconstruyendo la verdad histórica y debelando este peligroso mitologema, propalado incluso por series televisivas de dudosa fiabilidad histórica.

Los laboratorios ideológicos de la izquierda, avezados en falsificar sistemáticamente la historia, se apresuraron a reclamar la "herencia morisca", como si la derrota de los Aben Humeya y sus hordas sanguinarias de moricos fuese algo así como la anticipación o prefiguración de la derrota del Frente Popular en 1939, con parejo victimismo cínico y mendaz la izquierda ha vuelto a falsificar la Historia de España con el capítulo de los moriscos. Y, no obstante, digamos que en cierto modo no podemos regatearle a esa izquierda -que por más leída no es más intelectual- que, existieron -eso es verdad- asombrosos paralelismos entre el conflicto morisco y la Guerra Civil de 1936-1939: los moriscos, al igual que los milicianos rojos después, tenían la misma vesánica costumbre de asesinar salvajemente a cuantos confesaran el nombre de Cristo.

Pe
ro ya es hora de reintegrar las Alpujarras como suelo hispánico, tan hispánico como Covadonga o los recónditos parajes vascones, aquellos confines adonde no llegaron a pisar las babuchas moras. Si se ha exagerado el ambiente moruno de las Alpujarras, pese a haber sido colonizadas por españoles "cristiano viejos" (como mis mismos antepasados) tras el aplastamiento de los moriscos, es el momento de reivindicar las Alpujarras como espacio de resistencia contra la morisma invasora que nos ocupó durante largos siglos de tinieblas. También, digámoslo, pese a lo que puedan creer algunos incautos, la suerte de los moriscos no se decidió tras la pacificación de las Alpujarras, pues fueron reubicados en la Península hasta su posterior expulsión definitiva por Felipe III. Hasta ahí llegó la clemencia de nuestro Rey Prudente, el nunca justamente alabado Felipe II.

MOZÁRABES ALPUJARREÑOS POR SU LIBERTAD

El presunto "hispanista" Gerald Brenan -digo "presunto", y muy pronto lo verán ustedes- escribió "Al sur de Granada", prontuario de tópicos sobre las Alpujarras que insisten sobre el aire moruno de este país del Reino de Granada. Estos tópicos que troquelaron los viajeros románticos y este tal Brenan van repitiéndose por doquier, ignorándose las más de las veces su espuria procedencia. En este libro de Brenan, inspirado a raíz de su estancia en Yegen en los años que van de 1920 a 1934, el guiri ofrece pasajes antológicos que se anticipan al posterior "Mito de las Tres Culturas". Para muestra, un botón:



"Los visigodos ocuparon el lugar de los romanos y, después, en el 712, llegaron los árabes, que establecieron un gobierno más justo y más tolerante. Los intrigantes nobles y los terribles obispos cedieron ante una religión que, por lo menos, intentaba llevar a la práctica los mandamientos de su fundador. La rápida conversión de la mayor parte de España al Islam demuestra que la pesadilla había terminado" ("Al sur de Granada", Edición de "Siglo XXI de España Editores", pág. 221.) La negrita es nuestra: gobierno justo y tolerante el de los árabes... la pesadilla (se refiere a la España visigoda, cristiana y europea) había terminado... Con semejantes afirmaciones, Gerald Brenan pasa para nosotros directamente al cajón de los imbéciles, cuando no al de los embusteros enemigos de España.

Como ustedes puede ver, este texto que escribió Gerald Brenan desmiente con esos plumazos la tontería que afirma que dicho escritor inglés pueda ser considerado "hispanista", pues tamaña aberración como la que sostiene no la puede decir nunca un hispanista, un amigo de España; esa torpe mentira sólo puede proclamarla un enemigo de España. Por eso será que la progresía española -también lo de "española" es un decir- encaramó a Gerald Brenan al renombre que no mereciera entre los españoles bien nacidos. Después vendría el otro, el Ian Gibson... Otro pseudo-hispanista de pegote.

Y, después de esas paparruchadas, nada tiene que decirnos Gerald Brenan de la numantina resistencia de los mozárabes alpujarreños. O no lo sabe, o calla... como una puta.


ALPUJARRAS: LA COVADONGA MERIDIONAL POR DESCUBRIR

Es aquí cuando nos toca destacar que el hecho de la resistencia mozárabe contra el Islam en las Alpujarras, así como en otras partes de al Andalus, constituye un hecho histórico incontrovertible. La razón de su incuestionabilidad nos la dan las mismas fuentes árabes que atribuyen a las comunidades cristícolas -mozárabes- de Granada los correos clandestinos que llegaron a Alfonso I el Batallador, Rey de Aragón, invocando su clemencia para venir a Andalucía y liberar a las comunidades mozárabes. "Los mozárabes, bajo el mando de Ibn Al-Qalas, se ofrecían a proporcionar combatientes al rey aragónes si se atrevía a marchar sobre Granada, no menos de doce mil, encuadrados y disciplinados" -apunta José Ángel Lema Pueyo en su magnífica biografía de "Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104-1134)"; libro imprescindible para el conocimiento de este formidable Rey Cruzado.

Alfonso I el Batallador acudió a la llamada, corrió y estragó las tierras andalusíes y de regreso a Aragón llevó consigo a un enorme contingente de mozárabes con sus familias que huyeron de las represalias de sus dominadores musulmanes.

Las Alpujarras merecen el nombre de levantiscas, pero no lo fueron tan sólo para Felipe II. País montuoso y riguroso, las Alpujarras fueron una reserva hispánica que permaneció prácticamente inalterada tras el 711, hasta que tras la incursión aragonesa de Alfonso I el Batallador los tiranos islámicos exterminaron a la población autóctona, deportando a una gran cantidad de mozárabes supervivientes al norte de África. El abuelo del filósofo Averroes aportó la idea: exterminio y deportación para los cristianos aborígenes. El nieto de esa mala bestia tiene una estatua en Córdoba, aunque nos queda el consuelo de que también conoció el destino que su abuelo dictó para nuestros antepasados.

Es hora, ya digo, de que esa facción de la juventud culta y audaz, la que todavía pueda quedar en España, tome en serio estas cosas y acometa una labor de investigación histórica que ponga las cosas en su sitio, apartando las mentiras perniciosas que han fabricado los enemigos de España, empezando por las Tres Culturas. Ojalá muchos jóvenes historiadores que sabemos que nos siguen y leen se animen a realizar tesis doctorales sobre asuntos como este que dejamos aquí esbozado. Es hora también, de que los alpujarreños contemporáneos se rebelen contra la ficción histórica que le han prefabricado los agentes políticos y culturales que trabajan, día y noche, por la destrucción de nuestra identidad. Es hora de reclamar el legado de Ibn al-Qalas, aquel que llamó a Alfonso I el Batallador para que el fuerte aragonés viniera a liberar a los mozárabes, cautivos en su propia patria y sometidos al extranjero.

 
BIBLIOGRAFÍA:

"Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104-1134), José Ángel Lema Pueyo, Ediciones Trea, Gijón, 2008.

"Los moriscos del reino de Granada", Julio Caro Baroja, Alianza Editorial, Madrid, 2003.

"Al sur de Granada", Gerald Brenan, Siglo Veintiuno de España Editores, Madrid, 1993.

"Descripción del reino de Granada sacada de los autores arábigos", F. J. Simonet, Granada, 1872.

"La geografía de la Península Ibérica en los escritos árabes", J. Alemany Bolufer, en Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su reino, 9, 1921.







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