lunes, 11 de julio de 2016

EL “RELINCHO” EN LA TRADICIÓN VOLK-LÓRICA DE LOS PUEBLOS DE ESPAÑA.

 
Detalle parcial del relieve ibérico encontrado en el término de Martos, pieza de singular interés conservada en el Museo del P. Recio.


Manuel Fernández Espinosa


En los pueblos indoeuropeos el “caballo” ha desempeñado, desde la más remota antigüedad, un papel predominante que tendrá, en los rituales y relatos míticos, un importante protagonismo. El simbolismo del “équido” es muy complejo, y se han vertido ríos de tinta en su interpretación. Para Mircea Eliade era un “animal ctónico-funerario”, pero Mertens Stienon consideraba que era un antiguo símbolo del movimiento cíclico de la vida manifestada. Diel cree que el caballo simboliza los deseos exaltados, los instintos primarios, “de acuerdo con el simbolismo general de la cabalgadura y del vehículo” –según Juan Eduardo Cirlot. Sugiero que, de entre todas estas interpretaciones, retenga el lector ésta última de Diel para mejor entender lo expuesto más abajo.

Los “Asvins” indios, los griegos Cástor y Pólux, los anglosajones Horsa y Hengist... Serían expresiones de un mismo mito ancestral: el del caballo y el jinete que luego se transforma en el mito de los Gemelos. Según Puhvel, el mito de los gemelos se podría interpretar –en el mito y ritual proto-indoeuropeo- como el acoplamiento de un jinete con un caballo. Se sabe que los celtas continentales adoraban a la diosa Epona bajo figura de yegua blanca, pudiéndose comparar los rituales anejos a este culto de Epona con el “asvamedha” indio. En la Hispania indoeuropea encontramos una serie de animales sagrados entre los que, según la Doctora Guadalupe López Monteagudo, figuran “el ciervo, el caballo, el jabalí y el toro”. Sobre la función apotropaica (protectora de tumbas) y psicopómpica (conductor del alma del difunto al “más allá”) del caballo tiene espléndidas páginas el erudito Profesor D. José María Blázquez, que no obstante piensa que “La Península Ibérica, por otra parte, nunca fue devota de Epona” a juzgar por los pocos vestigios epigráficos que pueden alegarse a favor de ese culto.

No obstante, a pesar de los reparos que una autoridad como la del Profesor Blázquez hace al culto de Epona en Hispania, hay que señalar que existe una multitud de estelas funerarias ibéricas, celtibéricas o celtas halladas a lo largo y ancho de toda la península. En estos monumentos fúnebres el caballo –con o sin jinete- es figura central. Tampoco habría que olvidar que la numismática prerromana es harto elocuente en este sentido, cuando en el revés de muchas monedas aparece otra vez el caballo como animal totémico, cabalgado o sin caballero. El Profesor Alejandro Recio Veganzones estudió un relieve ibérico hallado en el término de Martos, en dicho relieve nos aparece un caballo acompañado de otros elementos que no nos conciernen ahora. El Profesor Recio supone que este relieve decoraba “alguno de los lados de un monumento funerario”. En el arte antiguo se ha interpretado que el caballo –animal eminentemente funerario- condensa un simbolismo que no sólo se restringe al papel de “protector de tumbas” o “conductor de ultramundo”; también se ha interpretado el símbolo equino como simbolización de un hombre heroico.


Como reliquias etnológicas y folclóricas de estas primitivas creencias que tienen al caballo –tanto en los ámbitos indoeuropeos como ibérico- como animal totémico encontramos dos figuras muy curiosas: la del “Zamalzain” (personaje del carnaval de la vertiente francesa de Vasconia) y la del “Zaldiko”, perteneciente al universo carnavalesco de Lanz (en Navarra), ambos muy estudiados por el eminente antropólogo D. Julio Caro Baroja.


Zamalzain” es, según el maestro antropólogo al que seguimos, “el personaje más importante [del carnaval de Zuberoa] que a primera vista representa a un hombre montado a caballo, si bien es verdad que el armazón que pretende simular el cuerpo del animal no lo hace con mucha propiedad. La cabeza del caballo, de madera, es muy pequeña. El hombre lleva un gorro complicado con plumas. Notemos ahora que caballero en vascuence es zaldun-a, y el caballo, zaldi-a.”


En Lanz un personaje carnavalesco, a primera vista parecería homólogo de “Zamalzain”, es “Zaldiko”, aunque Caro Baroja se pregunta: “¿Quién puede ser este hombre-caballo?”; y objeta: “Entre la mascarada de Lanz y las de Zuberoa hay una divergencia notable […] El ser mítico y ritual que los etnólogos de otro tiempo idearon con el nombre particular de “espíritu de la vegetación”, espíritu que pierde y recupera la fecundidad anualmente y que ostenta figura de caballo, no puede seguir haciendo el gasto de nuestras interpretaciones”.


Independientemente de estas consideraciones de Caro Baroja sobre el “espíritu de la vegetación” de la etnología clásica, el asunto sobre el que llamamos la atención es la identificación del hombre con el caballo, que puede apreciarse tanto en los personajes del carnaval vasco-navarro y vasco-suletino como en la hermenéutica del arte ibérico y celtibérico que interpreta al caballo funerario como cifra del difunto heroizado.


Teniendo en cuenta que nuestros antepasados identificaron hombre y caballo, podemos entender que uno de los elementos del folclore hispano fuese el “relincho”, preservado en nuestros días tan sólo entre los vascos, aunque como tendremos ocasión de comprobar, existen vestigios literarios que nos revelan que también el "relincho" estuvo presente en otras zonas de la Península Ibérica.


En los jolgorios vascos, cuando la comunidad está gozando de la fiesta con la música y la danza, los hombres suelen lanzar los típicos “irrintzi” (relinchos). Como todos sabemos, el “irrintzi” es el típico relincho vasco que, en ocasiones de fiesta y regocijo popular, también en combate, profieren los vascones. En la práctica lo encontramos, y también lo hallamos mencionado siquiera de pasada en la literatura. Pío Baroja en “Zalacaín el aventurero” nos pinta a los vascos profiriendo “irrintzi”, también Unamuno aludirá al "irrintzi" -puede ser que, cito de memoria, lo haga en algunas escenas de “Paz en la guerra”.


Menos conocido es que el “relincho” formaba parte también –como expresión de desbordamiento y fiesta- del acervo volk-lórico de otros pueblos de la Península Ibérica; aunque lamentamos que se haya desvanecido en la práctica -y también se haya borrado de la memoria-de esos pueblos que no han sabido conservar las tradiciones de sus ancestros como así lo han hecho los vascos y navarros, dignos de todo nuestro respeto y admiración.


Por haber desaparecido el "relincho" de entre las expresiones festivas de los pueblos ibéricos resulta que sólo podremos hallar su reminiscencia en la literatura. Por ejemplo, en esa fuente inagotable del “Volk-lore” hispánico que es el Teatro Áureo de Lope de Vega. Por citar un ejemplo, valga el de algunas escenas que se nos representan en la muy famosa obra de Lope, “Peribáñez y el Comendador de Ocaña”. En las páginas de esta obra dramática podemos oír a Casilda, la bella esposa de Peribáñez, que dice:


En mañana de San Juan
nunca más plazer me hizieron
la verbena y arrayán,
ni los relinchos me dieron
el que tus vozes me dan
.”


En una de las acotaciones del dramaturgo podemos leer: “Éntrense todos relinchando”.

Creemos que no sólo en Ocaña, sino en toda la Península Ibérica pudiera ser el “relincho” (“irrintzi” vasco) una expresión festiva a lo largo de los siglos, llegando incluso a la época de los siglos áureos. Pero, incluso su uso se prolonga a tiempos más recientes.


En “El sabor de la tierruca” del gran D. José María de Pereda, podemos leer que también el “relincho” era una sólita práctica entre los jóvenes de las montañas cántabras para expresar alegría. Entre muchas menciones que de esta usanza hace el genial autor, podemos señalar la que nos pinta al término de una “deshoja” habida en la acción literaria que tiene lugar en el pueblo-ficto de Cumbrales:


“¡Y en el corral cantares, y en la calleja relinchos y más cantares!”.


CONCLUYENDO:


El “Diccionario de Autores” define el “relincho” con las siguientes palabras: “se toma por los gritos y voces en regocijo y fiesta”. El “relincho” ibérico consistía en la imitación humana de un animal sacralizado entre las tribus autóctonas: el caballo. Dicha emulación cuasi onomatopéyica podría interpretarse como una identificación que el hombre hace de sí mismo con el caballo totémico. Téngase en cuenta que el caballo es, para el hombre antiguo, animal domesticado: valiosísimo para el transporte e imprescindible para la guerra y que, en el simbolismo biopsicológico del caballo, éste representa –recordemos a Diel- “los deseos exaltados y los instintos primarios”. Si el empleo del caballo como animal de transporte depara su sentido “psicopómpico” (vehículo en el más allá) y el empleo bélico que del caballo se hace aporta su sentido “apotropaico” (defensor de tumbas), el simbolismo biopsicológico que repara en la exaltación de los instintos y el deseo -como un desbocamiento- será el que permita entender la propensión del hombre ibérico a identificarse –relinchando- con el caballo que relincha en los momentos más álgidos de su vida: cuando se dispone al apareamiento, cuando emprende una carrera desbocada o cuando expresa su plena satisfacción. Precisamente en momentos semejantes a los de mayor desenfreno para el ser humano: la fiesta y la guerra.


Pensamos que el “relincho” fue una usanza extendida por toda la Península Ibérica desde tiempos inmemoriales y remotísimos, uso que hogaño sólo se conserva en tierras vascónicas –gracias al amor que los vascos tienen por sus tradiciones y no sin desafiar bizarramente la destrucción de "viviendas" (1) que el espíritu moderno ha ejecutado, liquidando costumbres volclóricas. En el resto de la geografía peninsular, siempre más permeable a los vientos destructivos de la modernidad, el “relincho” ha desaparecido prácticamente.


Nosotros, reconociendo que estas líneas no quieren ser nada más que un ligero aproche etnológico, rogamos a los lectores del presente "aproche" que, en caso de poder hacerlo, añadan si lo tienen a bien más material procedente de la literatura o el volk-lore de toda España para dilucidar esta cuestión propuesta. Y, por último, reivindicamos el “relincho” como expresión genuina de la alegría de unos pueblos –los nuestros- que si no relinchan hoy en nuestros días es a buen seguro que por haber perdido la alegría antigua y vital que lo llevaba a danzar y guerrear mejor que ningún otro pueblo del mundo.



(1) Queremos recuperar la palabra "vivienda" en su antigua acepción -por ejemplo, empleada por fray Luis de León, a saber: la de "manera de vivir", "estilo de vida", por lo que no recomiendo entenderla como comúnmente se hace: vivienda = habitación física.


BIBLIOGRAFÍA:

 

CIRLOT, Juan Eduardo. “Diccionario de Símbolos”, Barcelona, 1997.
KRUTA, Venceslas. “Los Celtas” (Apéndice de la doctora G. López Monteagudo), Madrid, 1992.

MARCO SIMÓN, Francisco. “Los celtas”, Madrid, 1990.

BLÁZQUEZ, José María. “Imagen y Mito. Estudios sobre religiones mediterráneas e ibéricas”, Madrid, 1977.

CARO BAROJA, Julio. “El Carnaval. Análisis histórico-cultural”, Madrid, 2006.

CARO BAROJA, Julio. “Los pueblos de España”, Madrid, 1981.

RECIO VEGANZONES, Alejandro. “Relieve ibérico funerario con caballo de “Las peñuelas” (Martos)”, Separata del “Homenaje a José Mª Blázquez” , Madrid, 1993.

VEGA, Lope de. “Peribáñez y el Comendador de Ocaña”, Madrid, 1982.

PEREDA, José María de. “El sabor de la tierruca”, Madrid, 1889.

viernes, 8 de julio de 2016

MAL DE OJO, AOJAMIENTO, FASCINACIÓN



LAS SUPERSTICIONES A OTRA LUZ: UN EJEMPLO

Manuel Fernández Espinosa


"Para poder sonreírse de anticipado al oír hablar de simpatía secreta o de acción mágica, es preciso hallar al mundo por completo comprensible, cosa que no cabe le suceda más que a aquel que lo mira con superficial mirada, sin sospechar siquiera que estamos sumidos en un mar de enigmas y de incomprensibilidades, y que no conocemos inmediatamente a fondo las cosas ni a nosotros mismos".

Arthur Schopenhauer




Los estudios antropológicos, así como los de otros campos del saber, han contribuido no poco a mostrar que el mundo de las supersticiones está lejos de ser un objeto de burla autosuficiente, por mucho que resulten a primera vista incomprensibles. La superstición -definida vagamente por el diccionario de la RAE- como "una creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón" requiere ser revisada. La superstición, en efecto, es una "creencia extraña a la fe religiosa"; ¿pero ha sido siempre "contraria" (o siquiera extraña) a la razón? Es aquí donde el estudio de la historia de la ciencia debiera enfocarse sin prejuicios ni aspavientos, puesto que muchas creencias, usos y costumbres consideradas hoy como superstición fueron en su día elementos constitutivos de sistemas científicos hoy obsoletos y olvidados. Habiendo perdido las referencias de esas concepciones ("científicas" en su día) del mundo y sus relaciones lo que llamamos "superstición" vendría a ser en la actualidad una creencia extraña, sí: a la religión y a la ciencia contemporáneas, pero extraña por haber "sobrevivido". Superstición proviene del latín "superstitio" que se forma con "super" (sobre, por encima) y el verbo "stare" (estar) y el sufijo "-tion" (acción), la superstición es, por lo tanto, lo que permanece por encima de lo que está en pie, lo que pervive por sobre lo establecido, lo que persiste, lo que ha sobrevivido aunque en una condición residual, como los restos de un galeón naufragado en la playa de hoy. La superstición, por lo tanto, no es en principio una "creencia" equivocada ni ridícula, tampoco irrisoria: hay que estudiarla con más rigor.

Por ejemplo, una de las "supersticiones" que todavía existen al menos en los ambientes rurales es la creencia en el "mal de ojo", en el "aojamiento". Y vamos a tomarla como ejemplo que nos servirá para demostrar lo que hemos dicho arriba.

El "mal de ojo", también llamado "aojamiento" o "fascinación", es considerado como una superstición propia de gentes sencillas y cándidas que conceden credibilidad a una extraña (e increíble, para el moderno) forma de causar el mal "invisiblemente", se supone que a través de los ojos, de la mirada. Nuestro Enrique de Villena, uno de los personajes más interesantes de nuestra Baja Edad Media española, el mismo que en su día fue reputado como "mago" y que hoy pasa por extravagante, habiendo alimentado antaño una dilatada literatura fantástica sobre la base de su figura legendaria, escribió todo un "Tratado de fascinación o de aojamiento" que muestra un buen compendio de lo que los científicos de su época, por mucho que hoy nos parezcan magos, cabalistas y gente estrafalaria, pensaba sobre el asunto. Por eso podía escribir Villena: "Onde al presente sea a vos manifiesto muchos filósofos e grandes letrados fablaron del ojo, donde se diriva [=deriva] aojar, que en latín dezimos façinar [=fascinar] o por aojamiento façinaçión [=fascinación]. E pocos dieron la cabsa [=causa] d'ello e fueron menos los [que aportaron] las causas alcançantes de sus remedios preventivos, cognitivos e subsecativos [subsecuentes, subsiguientes], siquier curativos. Los más, empero, concuerdan de aquellos sean [la causa] algunas personas tanto [=tan] venenosas en su complision [=complexión] e tan apartados de la eucrasia, que por vista emponçoñan el aire e [que] los a quien aquel aire tañe e los resçibe por atracçión respirativa, segúnt en la Cosmografía es manifiesto: afirma en Çiçia sean mugeres que por sola catadura matan."

Posiblemente, la "Cosmografía" a la que se refiere Villena sea la de Gervasio de Cantorbery (finales del siglo XII). El término "eucrasia" que hemos subrayado es sumamente importante para lo que atañe a nuestra exposición. ¿Qué es la "eucrasia"? La "eucrasia" es la buena constitución de una persona, siendo su antónimo la "discrasia". El término procede de la medicina de la antigua Grecia: Hipócrates de Cos sostenía la idea de que la salud era equilibro natural. Más tarde, Galeno establecerá que la salud se basa en la "mezcla justa" de humores que armónicamente se combinan. Vemos, por lo tanto, que la causa que se daba al fenómeno del "mal de ojo" se relacionaba con términos propiamente científicos hoy desconocidos y olvidados (no por ello obsoletos), lo que demuestra que lo que hoy llamamos "superstición" no era ni extraño ni contrario a la razón hegemónica de una época. El mismo Platón había dicho en el "Fedro" que el amor era una especie de enfermedad ocular. Agrippa de Nettesheim también afirma que la fascinación "es una fuerza que, partiendo del espíritu del fascinador, entra en los ojos del fascinado y se introduce hasta en su corazón. El espíritu es pues el instrumento de la fascinación; emite, por los ojos del cuerpo, unos rayos parecidos a él mismo y lleva consigo la virtud espiritual. De este modo, los rayos que parten de ojos legañosos y rojos llevan consigo el vapor del espíritu y la sangre corrompida cuando encuentra los ojos del que mira y, por este contagio, estos ojos que miran quedan obligados a contraer la misma enfermedad".

Marsilio Ficino apunta: "¿Qué tiene de sorprendente entonces si el ojo abierto, y dirigido con atención hacia alguno, lanza a los ojos del que está cerca las flechas de sus rayos, y junto con éstas, que son el vehículo del espíritu, extiende el vapor sanguíneo, que llamamos espíritu? De aquí la flecha envenenada trapasa los ojos y como es lanzada por el corazón del que hiere, busca el pecho del hombre herido, como su propia morada, hiere su corazón y se condensa en su más duro dorso, y se convierte en sangre. Esta sangre extraña, que es ajena a la naturaleza del herido, envenena la sangre propia de éste. Y envenenada la sangre, se enferma. De aquí nace una fascinación doble...".

Podríamos añadir multitud de pasajes escritos por filósofos y médicos renacentistas (es cierto que muchos de ellos considerados magos, pero eso es otro tema) que tratan este asunto de la fascinación, pero con seguridad quien mejor comprendió estas cuestiones siglos después -ya en el siglo XIX- fue el filósofo alemán Arthur Schopenhauer. Schopenhauer, con una vastísima cultura enciclopédica, tanto del pasado como de su época, y con su poderoso talento sintetizador, empeñado como estaba en confirmar su filosofía del mundo como voluntad y representación, revisa el estado de las ciencias de su tiempo en su obra "Sobre la voluntad en la naturaleza" y, haciéndose cuestión del asunto de la fascinación; cuando llega a las curaciones por magnetismo, escribe: 

"A juzgar por la analogía, es más que verosímil que la fuerza insidente, que obrando inmediatamente sobre el individuo extraño puede ejercer un influjo saludable, pueda obrar también sobre él, tan poderosamente cuando menos, de una manera perjudicial y perturbadora [,,,] Resúltanos también comprensible, desde este punto de vista, el por qué el pueblo atribuye tercamente en todas partes y hasta el día de hoy ciertas enfermedades al maleficio (mal de ojo), sin que se pueda disuadirle de ello:"
 


domingo, 3 de julio de 2016

FOLCLORE Y CRITICONEO

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Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor

En muchos países del ancho mundo, los llamados patriotas, y en especial los tradicionalistas, amén de política sensu stricto, se dedican a otras muchas actividades, y entre ellas, está la defensa y promoción del folclore. Sin embargo, en España, no sólo no es que esto no se haga, sino que hasta parece molestar. Lo he notado tanto en persona como en facebook: Cuando uno desarrolla este tema, despierta las histerias más insospechadas. Unos pueden ir en nombre del “purismo” que siempre contradicen y nunca demuestran; otros, en nombre del “gusto”, y otros, pues en nombre de sólo Dios sabe qué… Coincidiendo, eso sí, en una pertinaz exhibición de ignorancia. Y lo malo no es tanto eso, sino que con esta insistente y contagiosa burricie con ínfulas al final acaban impidiendo que se cree nada bueno.

Y es que en verdad no entendemos qué es lo que puede molestar de este mundo musical que, con sus más y sus menos, atrae tanto la atención -y mayormente para bien- de unos extranjeros que parecen valorar más lo español que nosotros.

Tal y como está la situación, vemos que el  “mundo de la cultura” ha sido entregado a los rojos y al separatismo gratuitamente. Por supuesto, la derecha liberal, lejos de hacer nada al respecto, ha subvencionado cada vez que ha podido a todo lo progre habido y por haber. Yo soy testigo de cómo el gobierno de Rajoy financia exposiciones blasfemas y asociaciones homosexualistas en Lima mientras miles de españoles arribamos a buscar unas oportunidades y expectativas que en nuestra propia tierra nos han negado. Con estos moldes, no parece que vaya a cambiar mucho la cosa, porque  ni el rojerío ni el separatismo junto y revuelto encuentran una oposición cultural formada y coherente, porque las “inteligencias patrióticas”, lejos de elaborar un plan integral y con sentido común, se dedican a construir castillos electorales en el aire, empezando la casa por el tejado, sin ningún tejido social, sin ninguna línea cultural, sin ningún interés metapolítico ni tangible. Y en verdad esto suele pasar porque estamos ante personas a las que le encanta la automarginalidad, considerando que su grupito/partidito/secta es una terapia de autoayuda donde hay que coronarse jefe absoluto bajo la trilogía de café, copa y puro; y todo lo que sea llevar a la difícil y dura realidad algo de eso es boicoteado, porque por un lado, haría peligrar la muy burguesa y tranquila vida de algunos, y por otro, sería salir de ese mundo ficticio-narcótico. Por eso, también conviene azuzar el miedo a los rojos, a los moros y a lo que haga falta, con tal de mantener las distancias.

Por supuesto, para gustos los colores. No se trata de obligar a que nos guste una determinada música. Algunos se cansan de los tópicos y culpan al flamenco, pero ya les digo yo que cuando salgan al exterior, el flamenco, que no es folclore propiamente dicho (ni nunca tuvo pretensiones de tal), será tanta referencia como la paella, la gaita o el cachirulo. Y  mí como andaluz, nada de esto me molesta, al contrario. ¿Por qué a un gallego, un valenciano o un aragonés se deberían sentir molestos al escuchar una rumba, entonces?

No es de recibo que nuestra bella estética musical en particular y cultural en general se esté perdiendo por la desidia del personal y la irrupción de modas estúpidas, y que todo aquello que sea esencial se lo estén quedando los que no deben. O por lo menos, no deberían, ya que según sus ideologías, todo nuestro pasado debería ser barrido. Y si no ha desaparecido un acervo que todavía reconocemos como nuestro, es por algo. Está ahí, y entre nosotros hay gente que puede cultivarlo bien.

Es cierto que a veces, algunos hacen “fusiones” o “desvíos” presentando como “tradiciones milenarias” algo que se acaban de inventar, y esto es el peligro que siempre han encarnado las visiones románticas/nacionalistas. Y por eso debemos estar nosotros presentes en este mundo, porque eso no se combate desde el criticoneo repipi, sino desde la poesía, la música, el artículo, la novela, la historiografía… Los rojos, por ejemplo, homenajean a los que creen suyos, como Miguel Hernández o Federico García Lorca. ¿Alguien le ha hecho un homenaje a José María Hinojosa? No, porque mayormente ni sabrán quién es.

Por eso,¿cómo osan criticar el flamenco aquellos que no tienen ni idea de lo que hablan? ¿Cómo osan criticar a determinados grupos asturianos rojetes porque cantan en bable y fusionan con música irlandesa? ¿Qué hacen ellos por nuestra cultura para permitirse el lujo de quejarse?


En realidad, debemos interesarnos por estos círculos, por los festivales de música, gastronomía; por el mundo de la agricultura y la ganadería; por todos esos pueblecitos que se nos están quedando despoblados y que acaso podrían ser la semilla de una nueva Reconquista que precisa de una Covadonga heroica y de una resistencia mozárabe; y el folclore español, donde las jotas, las seguidillas y los fandangos, así como las flautas y los tamboriles, y los irrintzis y los aturuxos, se reparten de norte a sur como reticencias que nos dicen que existe un sustrato común aun en diversas formas, y también extendido y diversificado por nuestra América; merece ser trabajado, valorado, estudiado y extendido, empezando por los trajes regionales: Todos, sin exclusivismos ni modas. Cada rincón de nuestra nación debe ser auscultado. Y en esto sabemos que al final, Dios mediante, llevaremos las de ganar, siendo que los viles criticones que hacen que haya más jefes que indios serán arrojados al miserable basurero del que nunca debieron salir.